Estar dentro del sistema representaba un privilegio que muy pocas personas podían tener en su vida profesional. Solo tenía que cumplir con los estándares de acreditación, rendir a tiempo los informes, seguir los objetivos curriculares al pie de la letra, apoyar las actividades departamentales e institucoinales, cumplir cabalmente con las instrucciones de mis superiores y brindar una atención de primera a la comunidad universitaria. Mi gran sueño era alcanzar la permanencia en el sistema para asegurar mis horizontes de jubilación como los demás lo habían hecho en el pasado.
Después de quince años laborando en diferentes sistemas educativos (DEPR, Sistema UPR y Sistema Universitario Privado) me he dado cuenta de que las cosas siguen estando en el mismo lugar donde las dejé. Puede que haya cambiado una que otra miscelánea estética, uno que otro personal docente o administrativo. Pero el sistema educativo per sé sigue operando bajo los mismos parámetros institucionales y socio-culturales, con la misma estructura jerárquico-piramidal, los mismos reglamentos y procedimientos (con muy pocas variantes), los mismos departamentos, la misma oferta académica con sus mismos currículos, las mismas estrategias metodológicas, la misma escasez de recursos, los mismos entornos de aprendizaje y las mismas estrategias de evaluación. Es decir, desde adentro todo sigue operando igual que antes...
En el siguiente gráfico comparto mi experiencia vivida dentro y fuera del contexto educativo tradicional. Lo que aparece dentro del círculo representa el centro y lo que está fuera es la dimensión socio-tecno-pedagógica virtual:
Estar afuera me ha permitido ver el mundo real desde múltiples perspectivas socio-culturales, empresariales, económicas, políticas, científicas, tecnológicas y pedagógicas. La universidad se ha quedado anclada en el anacronismo del siglo 20 que no le permite avanzar hacia nuevas formas del conocimiento conectado. En el exterior he desaprendido los viejos habitos pedagógicos y he comenzado a adoptar nuevas formas de hacer educación completamente diferente a lo establecido por décadas. Desde afuera me he dado cuenta que tengo el deber de actualizarme constantemente y de participar en diversidad de proyectos educativos transnacionales. El conocimiento de hoy será obsoleto mañana, puesto que en cada momento evoluciona, transforma, transfigura y transmuta. La dimensión virtual se ha convertido en mi trabajo de tiempo completo y la dimensión presencial es solo un trabajo de tiempo parcial. Adentro estoy sometido a tareas rutinarias, pero afuera mis tareas adquieren diversidad de valores. Lo que hago afuera está en constante movimiento. Lo que hago adentro, se queda ahí y muy pocos tienen idea de lo que soy capaz de hacer con diversidad de personas.
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Mientras en el sistema educativo opera deficientemente con millonarios presupuestos dirigidos a mejorar la educación, en las redes se opera efectivamente con muy pocos fondos y personal para lograr el aprendizaje hiperconectado, el empoderamiento y la participación social. Cada participante pone su tecnología para el fortalecimiento de la red. Los educadores se reconocen por sus logros, no por sus títulos académicos obtenidos. De nada sirve distinguirlos como doctores, catedráticos o managers, sino que se reconocen por los proyectos tecno-educativos en los que están inmersos. En los bordes la construcción del futuro comienza desde ahora, pero en el centro están sujetos al calendario académico. La cosmovisión de futuro se desvanece porque la cultura universitaria se ha acostumbrado a planificar el día a día y no a construir los nuevos diseños de la arquitectura milenial.
La universidad se ha dejado llevar por la mercantilización educativa dedicada a la venta de sueños y no a propicionar nuevos horizontes de oportunidades reales. Se preocupa más por cumplir con los estándares de acreditación que por la formación de profesionales capacitados para atender de cerca los problemas más apremiantes. Cuando esos funcionarios extrangeros llegan a inspeccionar las instalaciones y a evaluar los informes redactados, hay que tratarlos como si fueran dioses del olimpo. La universidad tiene que costear los pasajes aéreos y la estancia de los funcionarios en lujosos hoteles. Los informes se tienen que someter bajo las estrictas restricciones de los organismos acreditadores, descartando toda posibilidad de flexibilidad en la redacción de los mismos. Ese es el momento en que comienzan a verse los cambios cosméticos, pues lo que antes estaba abandonado, ahora se ve limpio y acabado de pintar. Lo que antes estaba averiado ahora hay que avanzar a repararlo para que la visita lo vea todo en perfectas condiciones. Así es que se acreditan gran parte de las instituciones educativas: clasificando con excelencia lo que verdaderamente ha estado en decadencia...
Ya no existe seguridad alguna dentro del sistema. El trabajo permanente está en vías de extinción. Ya no se vislumbra el retiro por edad o años de servicio en una institución universitaria. Ya no llama la atención ser parte del establishment que opera para tratar de sostener la oxidada estructura burocrática educativa. Los futuros profesionales no aspiran a hacer las mismas tareas durante 30 o 40 años laborales. Muchos quieren moverse de un lado hacia el otro participando en diferentes proyectos de aprendizaje.
La formalización del sistema educativo se ha convertido en un negocio lucrativo para los inversionistas que disfrutan de los grandes éxitos del fracaso social. Operan con millonarias partidas de dinero que se diluyen entre los altos salarios de los funcionarios gerenciales, mientras los educadores y estudiantes sufren los embates de la escasez de recursos y la decadencia de la infraestructura física y tecnológica. El objetivo de trabajar para sostener al sistema está desmotivando significativamente a muchos profesionales. Es tiempo e comenzar a refundar un organismo diferente basado en las caraterísticas que distinguen a la modernidad líquida del siglo 21. Desde afuera ya se están construyendo los nuevos cimientos para hacer una nueva educación articulada a la altura de los tiempos. Ya no solo se habla del siglo 21, sino que en algunos países se están preparando para la Educación del Siglo 22.
Ya no es confiable la estructura del sistema que tanto alardea de sus procedimientos y canales para cumplir con sus obligaciones sociales, académicas y administrativas. Hemos visto con nuestros propios ojos cómo algunos compañeros (docentes y no docentes) tienen que pasar por los rigurosos procedimientos para cumplir con las condiciones de ascenso creadas por la institución. Más sin embargo, unos pocos privilegiados llegan de paracaidas saltando méritos y con beneficios que a otros les ha tomado largos años para alcanzar. La igualdad resulta ser más para unos y menos para otros. Y eso deja mucho qué decir de una institución educativa que presume su acostumbrado estribillo de excelencia.
Los que laboran desde afuera no compiten por posiciones jerárquicas, porque ellos realizan sus actividades a partir de roles evolutivos. Su finalidad es la de alcanzar la excelencia personalizada desde la diversidad de proyectos que fortalezcan las relaciones entre las personas. De lo que se trata es se superar las deficiencias personales de cada participante. En los bordes se trabaja para incluir a más personas y no para excluirlas o segregarlas. Desde afuera las personas se mueven a su propio ritmo sin someterse a turnos fijos de trabajo. Cada cual se menciona por su nombre (o avatar) y no por sus títulos académicos. Lo que más cuenta es lo que se es capaz de hacer con lo que se sabe y no con lo que se posee. Todos miran el aprendizaje de las personas como un camino a recorrer y no como un fin para complacer a los organismos acreditadores. Desde afuera no se necesitan personas con títulos ni cargos gerenciales que vengan a administrar, dirigir, supervisar o coordinar las actividades tecno-educativas. Se necesitan voluntarios apasionados dispuestos a trabajar con grandes desafíos de la diversidad. Todos los integrantes ya saben el trabajo que tienen que hacer de manera independiente. No necesitan un superior que esté detrás dictando órdenes a quienes saben lo que tienen que hacer. Un líder que cobra un jugozo salario por firmar documentos, pedir informes mensuales, delegar instrucciones y autorizar cada trámite realizado por sus subordinados. Líderes de afuera influyen a otros para formar parte de proyectos, movimientos o causas. Las personas los siguen por sus propias motivaciones personales. Son los que promueven el trabajo colaborativo individual que forma parte de toda la red.
Liderar la educación es completamente diferente. Se basa en tener la capacidad para gestionar actividades, influenciar a otros y promover el funcionamiento de las cosas. Los educadores deben concienciarse de que esta vocación no es para convertirlos en los Bill Gates de la Pedagogía. Todos son profesionales en iguales condiciones formando parte de una extensa red de colaboradores comprometidos con el crecimiento y desarrollo de las personas que genuinamente desean aprender. En el sistema las plataformas de gestión de aprendizajes (LMS), los programas de ofimática y el correo electrónico se imponen como los recursos tecnológicos institucionalizados, pero en los bordes los educadores se apropian mayormente de la abundancia de recursos, herramientas y apicaciones que permiten aumentar los niveles de productividad cognitiva y extender las capacidades comunicativas de todos sus miembros. Las líneas que separan a los que aprenden de los que enseñan están desdibujadas, porque la filosofía está basada en que se aprende más trabajando y se trabaja mejor aprendiendo (Learning is Work).
En el aula se realizan investigaciones, proyectos y experiencias de aprendizaje significativas. Pero gran parte de esos proyectos se califican y terminan en el bote de la basura sin trascender las cuatro paredes del aula. El proceso de evaluación termina con la calificación final. Los avances en conocimiento y hallazgos encontrados que pueden servir de utilidad a la sociedad se quedan enclaustrados en una polvorienta oficina en espera de que pase la fecha para la reclamación de notas.
En los bordes la cosa es diferente. Los proyectos son compartidos con la comunidad educativa global. Los aprendizajes recorren confines jamás imaginados al promover sus proyectos digitales. Los estudiantes se sienten parte importante de la sociedad al ser reconocidos por sus avences, progresos y superación de sus limitaciones personales. Sus trabajos son exhibidos en Facebook, Twitter, Google +, LinkedIn, Slideshare, YouTube y otras plataformas. Eso es precisamente lo que la univerdidad tiene que hacer con los proyectos de sus estudiantes. No se puede justificar inversión tecnológica alguna si no se exhibe lo que los estudiantes son capaces de hacer con los recursos tecnológicos para crear redes de aprendizaje social.
La ciudadanía digital, el gráfico social, la conciencia ciudadana global, los derechos de autor, la netiqueta y los diversos alfabetismos son practicados de manera natural en las diferentes actividades. No es necesario producir documentos estandarizados, normáticos o reglamentarios para que los miembros de la comunidad se adapten al organismo en red. Tampoco lo es crear cursos dirigidos por educadores para aprender a ser profesionales digitales.
Las maneras en que se realizan los proyectos son más flexibles y no tienen por qué ser tan formalizados o estructurados. Los participantes tienen la libertad de entrar y salir cuando deseen. No tienen por qué atarse a una comunidad en específico. Pueden formar parte de diferentes redes de práctica en distintos momentos. En muchas ocasiones se continúa conversando y compartirendo recursos de aprendizaje auque haya terminado el evento. Cosa que no pasa en el aula cuando se finaliza el ciclo académico. Todo proyecto, discusión o vínculo social queda completamente desconectado.
En los bordes se generan discusiones interesantes de manera evolutiva. Cualquiera puede participar para exponer puntos de vista, recursos de conocimiento distruibuido, experiencias e ideas innovadoras. No hay currículos a seguir, no hay plataformas impuestas, no hay escasez de recursos. Lo que hay es una plétora de tecnologías convergentes que permiten generar nodos de conocimiento en diferentes formatos de representación.
En las afueras se da el fenómeno de contar con una familia extendida. Son los primeros buenos días que se reciben en el móvil, tableta o computadora de escritorio. Están en todas partes y a cualquier hora. Son los profesionales que constantemente comparten sus redes de conocimiento sin esperar nada a cambio. Con ellos se aprende diversidad de cosas nuevas todos los días. El móvil tiene la capaciadad de emitir constantes avisos cada vez que uno de ellos publica algo en las redes. Los tonos se convierten en distintivos para reconocer de qué aplicación se comunican. De este estamos coectados con ellos en cualquier momento, en cualquier lugar y desde cualquier dispositivo.
Ciertamente, los mejores proyectos disruptivos se dan fuera de los centros. Otros organismos privados se aprovechan efectivamente de las limitaciones del sistema universitario para desarrollar programas innovadores de capacitación profesional. Jornadas, residenciales, congresos, cumbres, conferencias y talleres prácticos son la orden del día. Los que están afuera saben que el target donde hay mayor demanda son los profesionales aspirando a grados, post-grados, empleados desplazados que necesitan readiestrarse, y profesionales que necesitan re-certificarse en sus áreas de especialidad. Los estudiantes provenientes de escuela superior ya no representan el único centro de atención de los institutos de educación superior.
El sistema universitario se pierde la magnífica oportunidad de generar ingresos con la infraestructura tecnológica y capital intelectual disponible. Dichos programas aliviarían significativamente su deteriorada economía. Pero como su personal docente y administrativo no quiere salir de su burbuja de comodidad, tendrán que sobrevivir como puedan en medio del colapso del sistema. Ellos seguirán hollados en las mismas prácticas de enseñanza con algunos aires propios de nuestro tiempos sin tener grandes efectos. La universidad tiene que aprender a generar sus propios ingresos y dejar de depender de los grants federales y los recaudos del gobierno central para convertirse en una sistema verdaderamente autónomo. Mientras siga operando como una entidad dependiente, seguirá sometida a las determinaciones del gobierno y los organismos externos que otorgan ayudas económicas.
Hay que estar adentro para ver cada cosa que se da en un entorno educativo dedicado a formar futuros profesionales. Resulta desconcertante ver cómo el sistema para el que uno labora con tanto esmero se va desmantelando en pedazos. Mientras tanto, otros cimientos se están edificando con vías de cumplir con las necesidades, intereses y preferencias de una nueva sociedad. Los de afuera lo están logrando. Solo hay que salir del centro para apreciar lo que muchos otros están configurando en la dimensión digital. Proyectos multi-latitudinales se están destilando y solo los que den el salto de adentro hacia afuera podrán beneficiarse de una riqueza que trasciende todo el centro económico, jerárquico y burocrático del sistema de poder.
Este no es el momento de conducir investigaciones para analizar cuál es el impacto de la tecnología en el contexto educativo. Es momento de diseñar proyectos educativos disruptivos dirigidos a deslocaliar el aprendizaje de las sociedades. Y por lo visto, los que participan en los bordes son quienes están sacando provecho de la educación del siglo 21. Desde adentro el futuro del aprendizaje está anclado en el pasado. Desde afuera se descoloniza el saber y se reinventa el poder de las personas que quieren aprender de manera distribuida. Se conforma una nueva ecología de saberes expandiendo el conocimiento sobre nuevas líneas globales...
Tú decides dónde quieres hacer más por la educación del nuevo milenio, en el centro o en los bordes...
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