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En 2021 publiqué un interesante artículo sobre los Desafíos de la Universidad 2030. En aquel entonces me basaba en la diversidad de noticias relacionadas con la pandemia del COVID-19 y con la actualización del Informe de Riesgos Globales 2022. Lo estudiado en estos reportes coincide significativamente con lo que vivimos a diario en la región carbeña. Universidades públicas y privadas experimentan el fenómeno de reducciones significativas en las solicitudes de admisión, bajas en las tasas de retención, persistencia, graduación y colocación laboral. Muchos nos preguntamos qué es lo que ocurre en el norte, latinoamérica y el caribe. Es por eso que me di a la tarea de investigar este fenómeno emergente.
Haciendo búsquedas, encontré el Global Risk Report, un informe publicado anualmente por el Foro Económico Mundial (WEF), que identifica los principales riesgos globales a corto y largo plazo que enfrentará el mundo. El mismo se basa en una encuesta global a líderes empresariales, gubernamentales y expertos en diversas disciplinas del saber. También incluye análisis detallados de tendencias y riesgos clave en áreas como el cambio climático, salud pública, tecnología y la economía. El reporte anual se centra en los riesgos asociados con las enfermedades contagiosas, la necesidad de transición hacia un futuro más sostenible, la creciente desigualdad económica y social en todo el mundo, e identifica otros riesgos globales importantes como el cambio climático, ciberseguridad, inestabilidad geopolítica y la volatilidad de los mercados financieros.
Entre las principales conclusiones del informe se puede destacar lo siguiente:
- La pandemia del COVID-19 expuso importantes vulnerabilidades en el sistema universitario global y ha acelerado tendencias preexistentes como la digitalización y la automatización.
- La necesidad de una transición hacia un futuro más sostenible es cada vez más urgente. Se requiere medidas urgentes para abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y otros desafíos ambientales a los que la universidad tendría que enfrentar de ahora en adelante.
- La desigualdad económica y social sigue siendo una amenaza muy seria. Se necesita medidas legislativas para enfrentar la brecha creciente entre los ricos y pobres.
- La inestabilidad geopolítica, ciberseguridad y la volatilidad de los mercados financieros también son riesgos importantes que deben abordarse para garantizar la estabilidad y seguridad educativa global.
Iniciando el año 2023, el diccionario inglés Collings acuñó el término de "permacrisis" como un neologismo a integrarse en su vocabulario. Permacrisis es la combinación de las palabras: "permanente" y "crisis". Se acuñó para describir situaciones en las que las crisis que tiene que enfrentar la humanidad, como el cambio climático, la extinción de especies, la degradación del suelo y la pérdida de la biodiversidad, se vuelven cada vez más frecuentes e intensas. Esto creará situaciones de crisis permanente que afectarán la sostenibilidad del planeta y de nuestra forma de vida.
La permacrisis es el resultado de décadas de explotación y degradación de los recursos naturales del planeta, así como de un sistema económico y político que prioriza el crecimiento y el lucro personal por encima del bienestar humano y ambiental a largo plazo. Como resultado, nos encontramos en una situación en la que las soluciones cortoplacistas ya no son suficientes, por lo que se necesitaría un cambio fundamental en la forma en que nos relacionamos con el planeta y entre nosotros mismos. Este fenómeno emergente plantea un desafío a la humanidad para abordar de manera integral y sostenible los problemas ambientales, económicos, organizacionales, sociales y políticos a enfrentar de manera inesperada. Para hacerle frente a la permacrisis, necesitaríamos generar soluciones integradas que aborden no solo los síntomas de la crisis, sino también sus causas subyacentes, para lograr un futuro sostenible y resiliente a todos los seres vivos en la Tierra.
André Spicer (2022) plantea que la palabra permacrisis es nueva, pero el contexto que la describe no lo es. Citando al historiador alemán Reinhart Koselleck, vivimos una época de crisis permanente desde hace al menos 230 años. Koselleck observó que antes de la revolución francesa, una crisis era un problema médico o legal, pero no mucho más que eso. Tras la caída del Antiguo Régimen, la crisis se convierte en la “firma estructural de la modernidad”. A medida que avanzaba el siglo XIX, las crisis se multiplicaron: hubo crisis económicas, crisis de política exterior, crisis culturales y crisis intelectuales. Durante el siglo XX, la lista se hizo mucho más larga. Llegaron las crisis existenciales, las crisis de la mediana edad, las crisis energéticas y las crisis medioambientales. Cuando Koselleck estaba escribiendo sobre el tema en la década de 1970, contó más de 200 tipos de crisis que podríamos enfrentar. Cincuenta años después, probablemente se ofrecen cientos de nuevos tipos de crisis. E incluso si en realidad no enfrentamos más crisis que en épocas anteriores, hablamos mucho más de ellas. Tal vez no sea de extrañar que sintamos que estamos viviendo en una época de crisis permanentes.
De lo que se habla es de situaciones prolongadas en diversas áreas de la sociedad que abarca desde la economía
y la
política hasta el medio ambiente y la cultura. Esta crisis es el
resultado de una serie de factores interrelacionados, como el cambio
climático, la creciente desigualdad económica, polarización política-social y la pérdida de valores y referentes culturales. En
cuanto a la onda larga del paradigma, se refiere a la teoría de las
ondas largas de Kondratiev, que sostiene que la economía global se mueve
en ciclos de 50 a 60 años, caracterizados por períodos de expansión y
contracción. Durante estos ciclos, se producen cambios tecnológicos,
innovaciones y transformaciones en la estructura de la economía y la
sociedad.
En este contexto, se podría decir que nos encontramos
en una fase de transición entre dos ondas largas del paradigma,
caracterizada por la crisis sistémica que estamos viviendo. En este
período, se están produciendo cambios profundos en la economía y la
sociedad, impulsados por la emergencia de nuevas tecnologías y la
necesidad de adaptarse a los desafíos globales. Es posible que
esta fase de transición dure varios años y que se produzcan cambios
significativos en la forma en que funcionan la economía y la sociedad en
general. Para enfrentar la permacrisis, se necesitará soluciones
innovadoras y colaborativas que aborden de manera integral los múltiples
desafíos que enfrentamos.
Es por eso que en esta segunda parte de la serie investigativa, Desafíos de la Universidad 2030, nos centraremos en los resultados del reciente informe del WEF titulado: Global Risks Report 2023:
Según el WEF (2023), los primeros años de esta década han anunciado un período particularmente perturbador en la historia humana. El retorno a una nueva normalidad después de la pandemia del COVID-19 se vio interrumpido rápidamente por el estallido bélico entre Rusia y Ucrania. Esto dio paso a una nueva serie de crisis en los alimentos y la energía, lo que desencadenó problemas que décadas de progreso habían tratado de resolver. A medida que comienza 2023, el mundo enfrenta una serie de riesgos que se sienten completamente nuevos y extrañamente familiares. Hemos experimentado el regreso de los riesgos antiguos de la inflación, crisis del costo de vida, guerras comerciales, salidas de capital de los mercados emergentes, malestar social generalizado, confrontación geopolítica y el espectro de una posible guerra nuclear. Estos se a amplifican por desarrollos comparativamente nuevos en el panorama de riesgos globales, incluyendo riesgos insostenibles, niveles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión global, desglobalización, disminución en el desarrollo humano después de décadas de progreso, desarrollo rápido y sin restricciones de tecnologías de doble uso (civil y militar) y la creciente presión del cambio climático. Todos esos desafíos convergen para dar forma a una década venidera única, incierta y turbulenta.
El informe se compone de tres marcos de tiempo para comprender los riesgos globales:
- El impacto creciente de las crisis actuales (es decir, los riesgos globales que ya se están desarrollando) en los riesgos globales más severos que muchos esperan que se desarrollen a corto plazo (dos años).
- El surgimiento de riesgos que probablemente sean más severos a largo plazo (10 años), explorando los riesgos económicos, ambientales, sociales, geopolíticos y tecnológicos emergentes o de rápida aceleración que podrían convertirse en las crisis del mañana.
- La imaginación de futuros a mediano plazo, explorando cómo las conexiones entre los riesgos emergentes descritos en las secciones anteriores pueden evolucionar colectivamente hacia una policrisis centrada en la escasez de recursos naturales para 2030.
No deberíamos cruzarnos los brazos pensando en que la próxima crisis llegará en 10 años (o más) cuando estemos próximos a jubilarnos. La nueva normalidad post-pandémica tendrá duraciones graduales, según la región geográfica en la que nos encontremos. De lo que sí estoy seguro es que ninguno de nosotros está exento de ser impactados por las adversidades que nos toquen vivir en los próximos meses. El puesto de docente permanente ya no es intocable ni indestructible. Se acabaron los superpoderes de los catedráticos. Hoy día muchos de ellos tienen vulnerabilidades que trastocarán sus funciones educativas y admnistrativas de poder.
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