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jueves, 23 de febrero de 2023

Permacrisis Educativa: ¿Mito apocalíptico o realidad global?

Imagen: BlueWillow AI

En 2021 publiqué un interesante artículo sobre los Desafíos de la Universidad 2030. En aquel entonces me basaba en la diversidad de noticias relacionadas con la pandemia del COVID-19 y con la actualización del Informe de Riesgos Globales 2022. Lo estudiado en estos reportes coincide significativamente con lo que vivimos a diario en la región carbeña. Universidades públicas y privadas experimentan el fenómeno de reducciones significativas en las solicitudes de admisión, bajas en las tasas de retención, persistencia, graduación y colocación laboral. Muchos nos preguntamos qué es lo que ocurre en el norte, latinoamérica y el caribe. Es por eso que me di a la tarea de investigar este fenómeno emergente. 

Haciendo búsquedas, encontré el Global Risk Report, un informe publicado anualmente por el Foro Económico Mundial (WEF), que identifica los principales riesgos globales a corto y largo plazo que enfrentará el mundo. El mismo se basa en una encuesta global a líderes empresariales, gubernamentales y expertos en diversas disciplinas del saber. También incluye análisis detallados de tendencias y riesgos clave en áreas como el cambio climático, salud pública, tecnología y la economía. El reporte anual se centra en los riesgos asociados con las enfermedades contagiosas, la necesidad de transición hacia un futuro más sostenible, la creciente desigualdad económica y social en todo el mundo, e identifica otros riesgos globales importantes como el cambio climático, ciberseguridad, inestabilidad geopolítica y la volatilidad de los mercados financieros.

Entre las principales conclusiones del informe se puede destacar lo siguiente:

  • La pandemia del COVID-19 expuso importantes vulnerabilidades en el sistema universitario global y ha acelerado tendencias preexistentes como la digitalización y la automatización.
  • La necesidad de una transición hacia un futuro más sostenible es cada vez más urgente. Se requiere medidas urgentes para abordar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y otros desafíos ambientales a los que la universidad tendría que enfrentar de ahora en adelante.
  • La desigualdad económica y social sigue siendo una amenaza muy seria. Se necesita medidas legislativas para enfrentar la brecha creciente entre los ricos y pobres.
  • La inestabilidad geopolítica, ciberseguridad y la volatilidad de los mercados financieros también son riesgos importantes que deben abordarse para garantizar la estabilidad y seguridad educativa global.

Iniciando el año 2023, el diccionario inglés Collings acuñó el término de "permacrisis" como un neologismo a integrarse en su vocabulario. Permacrisis es la combinación de las palabras: "permanente" y "crisis". Se acuñó para describir situaciones en las que las crisis que tiene que enfrentar la humanidad, como el cambio climático, la extinción de especies, la degradación del suelo y la pérdida de la biodiversidad, se vuelven cada vez más frecuentes e intensas. Esto creará situaciones de crisis permanente que afectarán la sostenibilidad del planeta y de nuestra forma de vida.

La permacrisis es el resultado de décadas de explotación y degradación de los recursos naturales del planeta, así como de un sistema económico y político que prioriza el crecimiento y el lucro personal por encima del bienestar humano y ambiental a largo plazo. Como resultado, nos encontramos en una situación en la que las soluciones cortoplacistas ya no son suficientes, por lo que se necesitaría un cambio fundamental en la forma en que nos relacionamos con el planeta y entre nosotros mismos. Este fenómeno emergente plantea un desafío a la humanidad para abordar de manera integral y sostenible los problemas ambientales, económicos, organizacionales, sociales y políticos a enfrentar de manera inesperada. Para hacerle frente a la permacrisis, necesitaríamos generar soluciones integradas que aborden no solo los síntomas de la crisis, sino también sus causas subyacentes, para lograr un futuro sostenible y resiliente a todos los seres vivos en la Tierra.

André Spicer (2022) plantea que la palabra permacrisis es nueva, pero el contexto que la describe no lo es. Citando al historiador alemán Reinhart Koselleck, vivimos una época de crisis permanente desde hace al menos 230 años. Koselleck observó que antes de la revolución francesa, una crisis era un problema médico o legal, pero no mucho más que eso. Tras la caída del Antiguo Régimen, la crisis se convierte en la “firma estructural de la modernidad”. A medida que avanzaba el siglo XIX, las crisis se multiplicaron: hubo crisis económicas, crisis de política exterior, crisis culturales y crisis intelectuales. Durante el siglo XX, la lista se hizo mucho más larga. Llegaron las crisis existenciales, las crisis de la mediana edad, las crisis energéticas y las crisis medioambientales. Cuando Koselleck estaba escribiendo sobre el tema en la década de 1970, contó más de 200 tipos de crisis que podríamos enfrentar. Cincuenta años después, probablemente se ofrecen cientos de nuevos tipos de crisis. E incluso si en realidad no enfrentamos más crisis que en épocas anteriores, hablamos mucho más de ellas. Tal vez no sea de extrañar que sintamos que estamos viviendo en una época de crisis permanentes.  

De lo que se habla es de situaciones prolongadas en diversas áreas de la sociedad que abarca desde la economía y la política hasta el medio ambiente y la cultura. Esta crisis es el resultado de una serie de factores interrelacionados, como el cambio climático, la creciente desigualdad económica, polarización política-social y la pérdida de valores y referentes culturales. En cuanto a la onda larga del paradigma, se refiere a la teoría de las ondas largas de Kondratiev, que sostiene que la economía global se mueve en ciclos de 50 a 60 años, caracterizados por períodos de expansión y contracción. Durante estos ciclos, se producen cambios tecnológicos, innovaciones y transformaciones en la estructura de la economía y la sociedad.

En este contexto, se podría decir que nos encontramos en una fase de transición entre dos ondas largas del paradigma, caracterizada por la crisis sistémica que estamos viviendo. En este período, se están produciendo cambios profundos en la economía y la sociedad, impulsados por la emergencia de nuevas tecnologías y la necesidad de adaptarse a los desafíos globales. Es posible que esta fase de transición dure varios años y que se produzcan cambios significativos en la forma en que funcionan la economía y la sociedad en general. Para enfrentar la permacrisis, se necesitará soluciones innovadoras y colaborativas que aborden de manera integral los múltiples desafíos que enfrentamos. 

Es por eso que en esta segunda parte de la serie investigativa, Desafíos de la Universidad 2030, nos centraremos en los resultados del reciente informe del WEF titulado: Global Risks Report 2023 

Según el WEF (2023), los primeros años de esta década han anunciado un período particularmente perturbador en la historia humana. El retorno a una nueva normalidad después de la pandemia del COVID-19 se vio interrumpido rápidamente por el estallido bélico entre Rusia y Ucrania. Esto dio paso a una nueva serie de crisis en los alimentos y la energía, lo que desencadenó problemas que décadas de progreso habían tratado de resolver. A medida que comienza 2023, el mundo enfrenta una serie de riesgos que se sienten completamente nuevos y extrañamente familiares. Hemos experimentado el regreso de los riesgos antiguos de la inflación, crisis del costo de vida, guerras comerciales, salidas de capital de los mercados emergentes, malestar social generalizado, confrontación geopolítica y el espectro de una posible guerra nuclear. Estos se a amplifican por desarrollos comparativamente nuevos en el panorama de riesgos globales, incluyendo riesgos insostenibles, niveles de deuda, una nueva era de bajo crecimiento, baja inversión global, desglobalización, disminución en el desarrollo humano después de décadas de progreso, desarrollo rápido y sin restricciones de tecnologías de doble uso (civil y militar) y la creciente presión del cambio climático. Todos esos desafíos convergen para dar forma a una década venidera única, incierta y turbulenta. 

El informe se compone de tres marcos de tiempo para comprender los riesgos globales:

  1. El impacto creciente de las crisis actuales (es decir, los riesgos globales que ya se están desarrollando) en los riesgos globales más severos que muchos esperan que se desarrollen a corto plazo (dos años).  
  2. El surgimiento de riesgos que probablemente sean más severos a largo plazo (10 años), explorando los riesgos económicos, ambientales, sociales, geopolíticos y tecnológicos emergentes o de rápida aceleración que podrían convertirse en las crisis del mañana.  
  3. La imaginación de futuros a mediano plazo, explorando cómo las conexiones entre los riesgos emergentes descritos en las secciones anteriores pueden evolucionar colectivamente hacia una policrisis centrada en la escasez de recursos naturales para 2030.

Lo cierto es que la situación particular de Puerto Rico inició en 2006 con el cierre del gobierno y las constantes degradaciones del nivel crediticio que llevaron a la Isla a la quiebra. Ahora tenemos una Junta de Supervisión Fiscal recomendando recortes presupuestarios anuales a la Universidad Pública y a diversos servicios gubernamentales. Esto ha provocado el encarecimiento del costo de matrícula que tienen que pagar nuestros estudiantes. En 2017 el huracán María destruyó la Isla por completo, dejándola completamente incomunicada y sin servicios de agua potable, energía eléctrica y otros servicios esenciales. En el Verano 2019 se experimentó un movimiento social contra el gobernante de turno que provocó su renuncia. En enero de 2020 ocurrieron varios sismos que interrumpieron nuevamente los servicios esenciales en todo el país. En ese mismo año el COVID-19 se convirtió en una amenaza pandémica que provocó el cierre abrupto de todos los servicios esenciales: Gobierno, Salud, Educación, Banca, Comercio, Turismo, Eventos Sociales, Eventos Culturales, Servicios Religiosos, Eventos Deportivos, etc. Poco a poco se fueron habilitando los servicios de manera remota para evitar un colapso sistémico. Cuando todo parecía regresar a la normalidad en 2022, la armada de Rusia invadió a Ucrania por la inestabilidad geopolítica de la zona. Esto ha provocado una crisis inflacionaria al aumentar los costos de todos los productos y servicios que utilizamos a diario. 
 
Toda esta cadena de sucesos adversos nos lleva a preguntar si las crisis internas y externas que ocurren en estos precisos instantes impactarán el presente y futuro de la Universidad. Resulta difícil afirmarlo, ya que unas crisis pueden afectar más que otras. Algunas podrían ser de largo alcance, mientras que otras podrían superarse en tiempos más cortos. Lo complejo de esta era es la frecuencia con la que llegará una, tras otra y tras otra crisis. La historia evidencia claramente que si hay un organismo que ha sobrevivido infinidad de adversidades críticas es la Universidad. Pero si nuestra sociedad no está preparada para enfrentar los grandes desafíos geopolíticos, tecnológicos, ambientales, sociales y económicos que se avecinan, muchas universidades tendrán que ponerle candados a los portones de sus catedrales. 

¿Qué podemos hacer para enfrentar la permarcrisis?
 
En primer lugar, todos los profesores tendremos que comenzar a reestructurar nuestro modelo pedagógico para educar a nuestros estudiantes, con la finalidad de prepararlos para hacerle frente a los grandes desafíos que plantean las condiciones para la generación de nuevas crisis permanentes. En términos prácticos, significa la transformación total del enfoque educativo clásico hacia el diseño de experiencias de aprendizaje significativas que promuevan el desarrollo de la sostenibilidad, resiliencia, persistencia, colaboración, creatividad y escalabilidad del aprendizaje. En lugar de centrarse únicamente en la transmisión de contenidos estancos y ejecutar mecánicamente las habilidades rutinarias de antaño, la educación podría enfocarse más en fomentar el pensamiento crítico, la habilidad para generar soluciones creativas y sostenibles a los problemas enfrentados y la capacidad de seguir aprendiendo de manera autónoma o autosuficiente sin la necesidad de retornar a la pedagogía clásica de antaño. 
 
Las crisis políticas, gerenciales, organizacionales, operacionales, económicas y sociales, podrían provocar serias interrupciones a los esfuerzos dirigidos a aumentar la igualdad en el acceso educativo de nuestra ciudadanía. Por lo tanto, es imprescindible el tomar medidas apropiadas para garantizar que todas las personas tengan acceso a una educación de calidad, incluso en situaciones de crisis. El mejor ejemplo lo experimentamos los pasados días con la interrupción académica y administrativa provocada por la manifestación gremial que afectó la accesibilidad de los servicios educativos a miles de universitarios.

Es una lástima que el Sistema Educativo no haya aprendido nada durante la pasada crisis pandémica del COVID-19. Creo que si ocurrese otra crisis global que nos obligue a cerrar escuelas y universidades abruptamente, experimentaríamos las mismas adversidades que afectaron a millones de estudiantes, educadores y padres en 2020-21. Lo positivo de todo es que estamos a tiempo para planificar nuestros ciclos académicos en situaciones de presencialidad discontinua o intermitentes. Que nuestros docentes no solamente se preparen para transformar sus cursos presenciales con metodologías ágiles innovadoras, sino que también sean capaces de diseñar experiencias de aprendizaje en diversidad de modalidades: remota, a distancia, online, híbrida, combinada, HyFlex, inmersivas y personalizazas con Inteligencia Artificial. 
 
Tenemos que co-diseñar un proyecto educativo de país que sea capaz de operar en medio de las crisis actuales y de las que están por surgir. Atrás quedaron los tiempos en que los estudiantes tenían que adaptarse al estilo de enseñanza de sus educadores. Somos nosotros los docentes los que tenemos que adaptarnos a la diversidad de necesidades de nuestros estudiantes. Después de todo, los mejores educadores ya no son los que están en las aulas dando clases. Ahora son los que están en todas partes incubando proyectos de utilidad colectiva... 


No deberíamos cruzarnos los brazos pensando en que la próxima crisis llegará en 10 años (o más) cuando estemos próximos a jubilarnos. La nueva normalidad post-pandémica tendrá duraciones graduales, según la región geográfica en la que nos encontremos. De lo que sí estoy seguro es que ninguno de nosotros está exento de ser impactados por las adversidades que nos toquen vivir en los próximos meses. El puesto de docente permanente ya no es intocable ni indestructible. Se acabaron los superpoderes de los catedráticos. Hoy día muchos de ellos tienen vulnerabilidades que trastocarán sus funciones educativas y admnistrativas de poder. 
 
La permacrisis educativa no es un mito apocalíptico, sino una realidad global que experimentamos a diario en nuestros centros de trabajo. En cada uno de nosotros está si queremos permanecer en nuestras zonas de confort reaccionando a las explosiones generadas en el sistema, o si tendremos que salir de nuestros cubículos a enfrentar la diversidad de condiciones que amenazan nuestras funciones docentes y administrativas.  

Los modelos de aprendizaje, enseñanza y erudición que profesan y apoyan los sistemas educativos contemporáneos son producto de más de mil años de aculturación y no son fáciles de desplazar. Sin embargo, se han vuelto cada vez más inadecuados para la generación actual de estudiantes que no tienen los mismos antecedentes con aspiraciones y objetivos similares. Este no es el momento, por lo tanto, de encubrir las deficiencias de las operaciones convencionales basadas en el campus, sino un momento para volver a imaginar un entorno de aprendizaje más ágil y adaptable para una generación claramente diferente de estudiantes y docentes. Este es un momento para repensar y rediseñar las coreografías institucionales para enfrentar los desafíos de esta nueva cohorte y preparar nuestros sistemas educativos para el futuro para la próxima generación y las siguientes (Som Naidu, 2023).

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