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domingo, 19 de abril de 2020

No volvamos a la normalidad...

Photo by Anastasiia Chepinska on Unsplash
Hoy cumplimos el primer mes de distanciamiento físico provocado la pandemia del Coronavirus. En este tiempo de trabajo remoto hemos evidenciado nuestros planteamientos expuestos de que el sistema educativo es incapaz de enfrentar las crisis, desafíos y necesidades del siglo 21 bajo los mismos modelos mentales que lo crearon. Su modelo administrativo y pedagógico es inoperante, ineficiente e irrelevante. En tan solo cuatro semanas se ha desvelado las grandes deficiencias del Sistema de Educación Superior. Su estructura jerárquica se encuentra inoperante en algunos de sus segmentos y está en espera de recibir instrucciones de parte de sus superiores. Lo preocupante de todo esto es que en el tiempo que tarde en erradicarse el virus, veremos el desmantelamiento de algunas escuelas y universidades. Esto no es una mera opinión, son los hechos que comenzamos a experimentar AQUÍAHORA y ACÁ.  

Según el Foro Global de Economía (WEF), nuestro sistema educativo actual, basado en el modelo de la Revolución Industrial, se centra en el coeficiente intelectual, concretamente la memorización y la normalización, capacidades que serán suplantadas de manera fácil y eficiente por la inteligencia artificial y aumentada (IA), donde el coeficiente intelectual por sí solo no es suficiente. Una combinación satisfactoria de IQ (inteligencia) + EQ (inteligencia emocional) + RQ (resiliencia) es fundamental para aprovechar el potencial de un estudiante. La propagación del COVID-19 ha acelerado el derrumbamiento de las catedrales del conocimiento. Lo que vivimos en este momento es impactante, pero al mismo tiempo no nos sorprende lo que ocurre en las universidades porque lo hemos estado exponiendo en diversidad de foros. 


Photo by Jorge Fernández Salas on Unsplash
En estas últimas semanas de continidad remota nos hemos percatado de que gran parte del personal no-docente no sabe qué hacer ahora que su rutina de llenar documentos les impide ir más allá de las tareas para las que fueron contratados inicialmente. Parte de este capital humano ha convertido sus unidades en oficinas working deads porque no se sabe dónde están ni qué tareas remotas están haciendo para mantener a flote los servicios esenciales. El estar aferrados a tareas rutinarias en un mismo espacio de trabajo durante treinta años de su vida los tiene desconcertados porque no tienen forma de acceder a los archivos que albergan las largas filas de expedientes y documentos impresos. Tampoco tienen acceso al sistema (intranet) para completar los procesos administrativos correspondientes. 

En una entrevista digital con la Prof. Mariluz Serrano, nos explicó que los decanos y directores jamás se imaginaron que sus tareas administrativas se tenían que realizar de manera remota. Su trabajo de más de ocho horas diarias los mueve a experimentar nuevas formas de alinearse con el proceso al recibir una  avalancha de solicitudes o trámites estudiantiles que por lo regular se hacen a mano. Están haciendo un esfuerzo monumental para establecer una empatía entre las nuevas funciones de los empleados no-docentes y las urgencias de los estudiantes. El tiempo en el que se coordinan los nuevos procedimientos y se les comunica a la comunidad estudiantil está causando ansiedad y desespero. Por eso es de suma importancia el documentar los procedimientos a seguir en situaciones de emergencia para que en el futuro se atiendan estos trámites con mayor agilidad y efectividad. Ahora mismo hay empleados con altas competencias tecnológicas que han tenido que limitarse a contestar las preguntas enviadas por correo electrónico que solo se relacionan a sus funciones específicas. Ellos están en espera de la cartas circulares de sus superiores que explican detalladamente los nuevos procedimientos a seguir durante la emergencia. Es altamente necesario que los estudiantes tengan esto claro. Incluso, muchos de ellos están dispuestos a terminar sus clases en línea y a matricularse igualmente en la sesión de verano. Lamentablemente, la toma de decisiones y los trámites administrativos que las oficinas deben ejecutar solo pueden hacerse de manera manual o analógica. Esto ralentiza las respuestas efectivas que necesitan los estudiantes para continuar sus estudios el próximo semestre. La falta de un sistema automatizado dificulta las soluciones efectivas que los estudiantes necesitan para completar sus trámites de admisión, matrícula, pagaduría, registraduría, asistencia económica, servicios médicos, servicios integrales, entre otros. Esta situación inesperada nos obliga a todos salir de nuestras zonas de confort y comenzar a planificar conjuntamente un nuevo plan de automatización de TODOS los servicios estudiantiles. Esperar que termine la emergencia para volver a la normalidad, no es la solución apropiada... 
 
Los docentes no se quedan atrás, ya que sus clases normalizadas por el diseño curricular han sido interrumpidas. Si bien algunos dirigentes están promoviendo con bombos y platillos la continuidad académica a través de la Educación en Línea como la solución perfecta para salvar el semestre. Queda claro que la digitalización del contenido didáctico, video-conferencias sincrónicas o grabadas, envío de tareas y administración de pruebas digitales para llenar los espacios vacíos, se considera como una Enseñanza Remota de Emergencia y no como Educción a Distancia. Esta solución pedagógica es poco atractiva para muchos estudiantes de esta generación que ahora acceden al formato digital de la clase presencial desde el confinamiento de sus hogares. Algunos profesores, padres y estudiantes manifiestan los efectos del Corona Teaching desde que inició la continudad académica remota. 

Gran parte de los profesores desean con ansias el fin de la emergencia para volver a la normalidad académica. Esto me hace pensar en lo siguiente: ¿Por qué los docentes siguen buscando soluciones acomodativas para mantener su instrucción clásica sin darle a los estudiantes la oportunidad de practicar las múltiples manifestaciones de la inteligencia humana? ¿Por qué, cuando la estructura de la educación convencional se tambalea al borde de la irrelevancia, siguen siendo incapaces de transformar sus viejas metodologías instruccionales? Ya no se habla solamente de escasez de materiales didácticos, recursos de aprendizaje o herramientas tecnológicas, sino de una insuficiencia metodológica. Es decir, la implementación de nuevas teorías, modelos, estratgias y técnicas heutagógicas del milenio. La brecha cognitiva de los egresados universitarios se sigue expandiendo. 

Llevamos más de un siglo de fundamentalismo instruccional basado en datos y enseñado a los futuros docentes a ignorar sus instintos más humanos. Un enfoque objetivista clásico con énfasis marcado en los datos declarativos (definiciones, fecha, sucesos, sistmas, procesos y procedimientos) que nos está llevado a la incapacidad de cuestionar o ver más allá del sistema existente. No importa cuántas veces hayamos experimentado colapsos, la educación ha continuado enfocándose en el contenido didáctico más que en el desarrollo humano, el desarrollo cognitivo, la sabiduría y el crecimiento del bienestar humano. Seguimos golpeándonos en la cabeza contra la misma pared sangrienta. La insistencia instruccionista de que el principal beneficio y objetivo de la educación es la transferencia de la información objetivista, cuantificable y verificable a través de datos numéricos. Es una educación de base débil que socava todo lo demás. Peor aún, es lo que nos impide construir algo nuevo,  sustentable y escalable.   

La diseñadora instruccional Erika Paez (2020) compartió lo siguiente en su muro de LinkedIn: ¿Qué pasó en ya casi más de 20 años? ¿Por qué la brecha en lugar de reducirse se ha hecho más grande? Se venden proyectos eLearning por MILLONES a empresas, gobiernos, diferentes industrias. Millones que no vemos los diseñadores instruccionales, docentes, tutores, tecnopedagogos, diseñadores gráficos, programadores. Y recursos en línea, cursos, materias completas que tampoco llegan a los estudiantes. Proyectos que al parecer solamente fueron para "ejercer el presupuesto" dirigido a formación y tecnología pero que nunca vieron la luz o la vieron a medias. Esta situación de salud nos ha mostrado muchas cosas que están, han estado y pueden seguir mal (o peor). Nos enfrentamos a panoramas en los que no hay plataformas, no hay conexión a Internet, los recursos educativos no son de la calidad que se esperaría, las autoridades no saben ni cómo evaluar o certificar a los estudiantes, los docentes no cuentan en su mayoría con habilidades o el equipo para trabajar a distancia, entre otros problemas. Tenemos que trabajar juntos para que, precisamente, no regresemos a esta "normalidad". 

Es ridículo, casi insultante, escuchar a estas alturas la frase: Cuando todo vuelva a la normalidad. ¿La normalidad? ¿Qué es la normalidad? ¿Ese mundo, caducado, en el que vivíamos hace dos meses? ¿Volver? ¿Volver al mundo de ayer sin haber aprendido nada de tantos dolores, tanta situación extrema y sin tener en cuenta que hoy dependemos de la generosidad ajena? Es ingenuo, y hasta peligroso, pensar que ahora estamos congelados y, cuando la pandemia pase, la vida volverá a ser como antes. No lo va a ser. No puede ser. Y sería suicida no corregir los errores de diseño que ahora hemos visto que tenía la sociedad en la que vivíamos (Mar Abad,2020). 

¿Ustedes creen que al terminar la emergencia del Coronavirus su universidad volverá a la normalidad? ¿En realidad creen que la estructura educativa convencional protegerá y nutrirá a las futuras generaciones para enfrentar las crisis globales: pobreza, hambre, cambio climático, energía limpia, desigualdad social, inequidad de género, estructuras socio-culturales y socio-económicas emergentes del mundo post-pandémico? ¿Las universidades convencionales ofrecerán a los alumnos el conocimiento, habilidades y experiencias necesarias para enfrentar estos desafíos con éxito? ¿Estudiar para aprobar les dará a nuestros alumnos las ideas duraderas requeridas para crear un nuevo mundo? En estos tiempos caóticos, ambiguos e inciertos, ¿verdaderamente importa el promedio, las distinciones, los resultados de las reválidas, las tasas de retención y graduación, si los egresados no pueden usar su aprendizaje para mejorar sus vidas y las vidas de nuestras comunidades

El  (2020) entiende que la definición de calidad y éxito tiene que ir más allá de las calificaciones obtenidas en los exámenes normalizados y basarse en una medición más integral vinculada a mejoras en la vida y al impacto social. La educación de calidad proporcionaría a los alumnos las capacidades y competencias necesarias para que ser económicamente productivos, desarrollar medios de vida sostenibles, mejorar el bienestar individual y contribuir a la comunidad. La orientación de impacto ayudará a desviar nuestra mirada del comportamiento y las actividades (asistir a la escuela y marcar la casilla) a entornos de creación de valor (desde el aprendizaje personalizado y la orientación profesional hasta la preparación para el trabajo y convertirse en ciudadanos globales responsables).

Lo que el mundo necesita para avanzar son personas capaces de replicar sus conocimientos, competencias y experiencias en contextos significativos para crear soluciones de utilidad colectiva (generar nuevos conocimientos). Personas que puedan cultivar sus conocimientos para producir culturalmente contextos relevantes y sabiduría en torno a sus conocimientos adquiridos. El sistema universitario se conforma con generar datos fáciles sin importar su carencia de sentido funcional. Lo necesario en los entornos de aprendizaje innovadores es más humanización y menos mecanización; más socialización y menos virtualización; más sabiduría y menos contenidos; más enfoques subjetivistas y menos contenidos objetivistas. 

La cruel verdad de la educación moderna es que, como las demás industrias capitalistas extremas, se construyó sobre la linealidad insostenible del consumo en lugar de la energía regenerativa de la creatividad. El motor que muve nuestra industria educativa es la moneda del capitalismo que promueve el miedo a quedarse atrás y el deseo de alcanzar la superioridad a través de los títulos académicos. Este modelo se basa en un patrón fractal de datificación numérica que los administradores están presionados a informarle a los organismos que acreditan los programas académicos, subvencionan los grants y otorgan las ayudas económicas a los estudiantiles. Estos presionan a su vez a los profesores para que hagan lo mismo en sus cursos, impulsándolos a presionar a los estudiantes para que también lo hagan en los exámenes... 

Aunque construir un nuevo organismo educativo universitario representa un serio desafío, el fin de la normalidad académica que experimentamos hoy día es una gran oportunidad para dar los primeros pasos hacia una nueva era disruptiva de la educación. A medida que sistema convencional se desmantela y colapsa por los efectos de la economía, movimientos de las masas y el COVID-19, podemos co-diseñar un nuevo organismo superior de aprendizaje que satisfaga una necesidad en lugar de tener que llenarla constantemente.

Esto es tan necesario para el sistema educativo que intentamos salvar, como lo es para nuestra economía, mercado laboral, sistema salubrista, usos del suelo, funtes energéticas naturales, cuerpos de agua y la agricultura. Todos tienen que reinventarse. Es responsabilidad de todos formar parte de esta transformación sin precedentes y radicalmente incierta. Juntos, tendremos que crear nuevas modalidades de trabajo, aprendizaje, colaboración, integración social y evaluación. Tendremos que idear nuevos ecosistmas de aprendizaje que capturen la energía del aprendizaje para hacer un trabajo real y proporcionar beneficios reales a nuestras comunidades en lugar de incendiarlas. Una increíble creatividad y compromiso serán necesarios para lograrlo porque nuestro futuro depende de ello.

No volvamos a la normalidad. Construyamos conjuntamente algo nuevo.



 

Esta publicación es una adaptación de los siguientes artículos:


Abad, M. (2020). El mundo poscovid: Ya no somos los mismos, pero, sobre todo, han cambiado nuestras capacidades. Rescatado en red: https://www.yorokobu.es/mundo-poscovid/

Krishnan, K. (2020). Nuestro sistema educativo está perdiendo relevancia. Aquí se indica cómo aprovechar su potencial. Rescatado en red https://es.weforum.org/agenda/2020/04/nuestro-sistema-educativo-esta-perdiendo-relevancia-aqui-se-indica-como-aprovechar-su-potencial/

Rankin, W. (2020). Education is over... Rescatado en red https://medium.com/@william.rankin/education-is-over-8b9d57502b2c   

  

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