domingo, 23 de agosto de 2020

El tiempo me dio la razón...

En esta entrada les comparto una de mis tantas experiencias laborales como profesor universitario. Ser docente fue una de las experiencias más gratificantes que he tenido. Esas experiencias me enseñaron a conocer muy de cerca a los estudiantes y ha desarrollar habilidades muy necesarias para mi trabajo actual que se basa en capacitar a los compañeros profesores en la integración tecnológica en sus procesos de enseñanza y aprendizaje.

Luego de haber prescindido mis servicios profesionales como profesor de Educación en 2003, fui contratado nuevamente en 2012 para impartir el curso básico de la Microcomputadora en la Educación. El curso original había sido actualizado con algunas de las recomendaciones que había sometido en mis primeros años docentes. Fue muy gratificante revivir en 2012-13 mis experiencias docentes con los estudiantes del programa de Educación. Fue muy decepcionante el trato que me dio la directiva por segunda ocasión. He llegado a pensar que nunca me aceptaron como miembro del claustro por ser y actuar diferente a ellos.

La primera tarea fue revisar el currículo (prontuario) para estructurar el curso en las 16 semanas que conlleva el semestre académico. El curso mantenía su formato original que consistía en practicar las funcionalidades básicas de Microsoft (Word, PowerPoint, Excel e Internet Explorer). Dicha práctica era complementada con la teoría sobre el uso de la computadora en la sala de clases, historia de la computadora y sus componentes (hardware y software). Es decir, el curso estaba diseñado para que los estudiantes contestaran las preguntas tecnológicas que aparecían en la prueba de reválida, conocida como las PCMAS.

Para ese tiempo, pensaba que el curso podía ser complementado con nuevas herramientas web, aplicaciones móviles y plataformas tecno-educativas gratuitas que los estudiantes podían utilizar en su práctica docente. La sala de clases no solo se componía de microcomputadoras, sino de portátiles, tablets y teléfonos móviles inteligentes. La computadora en la educación no era únicamente la integración de las herramientas de Microsoft en la sala de clases. Había mucho más que mostrarle a los estudiantes en el curso. De modo que me tomé el atrevimiento de modificarlo con nuevas herramientas, plataformas y aplicaciones móviles. Y que conste, que lo hice sin alterar el orden pre-programado del bosquejo del curso. Solo le añadí algunas herramientas y recursos innovadores en las últimas sesiones del ciclo académico.

Más que crear presentaciones en PowerPoint, les enseñé a mis estudiantes a diseñar módulos instruccionales interactivos con textos, botones de navegación, hiperenlaces, sonidos y vídeos. Los estaba preparando para que aprendieran a diseñar sus propios contenidos personalizados, sin tener que depender de las casas editoriales y las imposiciones del Departamento de Educación (DEPR). Lo hice pensando que en un futuro la educación se realizaría de manera virtual, sin tener que estar físicamente congregados en el aula. Es decir, estaba llevando la microcomputadora más allá de la sala de clases convencional. Quería que mis estudiantes fuesen profesionales autosuficientes capaces de diseñar sus propios recursos de aprendizaje en medio de la escasez de materiales y recursos que había en aquellos años.

 

Le mostré a los estudiantes que había otras herramientas para diseñar presentaciones en formato digital (Prezi), sin tener que grabarlas en sus dispositivos de flash memory. Compartí algunas aplicaciones móviles para hacer prácticas, repasos o pruebas en línea (ThatQuiz). Realizamos presentaciones virtuales a través de la plataforma WizIQ. Les mostré cómo utilizar Twitter para crear Redes de Aprendizaje Personalizados (PLN). Llegamos a hacer trivias tecnológicas en horarios nocturnos para que los estudiantes aprendieran fuera de las horas de la clase y obtuvieran puntos de bono por su participación. Ofrecí algunas secciones en la modalidad virtual para que los estudiantes experimentaran las virtudes del aprendizaje fuera de las cuatro paredes del laboratorio de computadoras al que estaban obligados a asistir. En esas sesiones virtuales pude comprobar que los estudiantes participaban más que en las clases presenciales. Ellos preguntaban más, hacían comentarios y narraban sus experiencias en el bloque del chat.

Como todo educador novato en esta dimensión, lo que hice fue transferir la clase presencial al formato virtual, pensando que lo que hacía estaba bien. Con el pasar de los años aprendí que la modalidad educativa virtual requiere otra manera de diseñar el curso, con actividades instruccionales y estrategias de evaluación completamente diferentes a la modalidad presencial. Gracias a los grandes pensadores y colegas educadores que compartieron en sus plataformas digitales sus conocimientos, destrezas y experiencias sobre el diseño instruccional de cursos en línea. Asistir a eventos educativos virtuales me ayudó muchísimo a entender los nuevos postulados de la Educación Digital del Siglo 21.  

En esos años la Educación a Distancia y el eLearning eran considerados como una educación de segunda categoría. Todavía se publicaban investigaciones concluyentes que en las clases presenciales se obtenían mejores resultados y mayor aprovechamiento académico que en las clases virtuales. Ofrecer sesiones virtuales representaba una amenaza al sistema universitario oficialista. Incluso, en años anteriores llegaron a circular reglamentos y normativas amenazantes a aquellos educadores que se atrevieran a ofrecer clases en línea. Esas horas serían consideradas como ausencias y los profesores tendrían que reponer dichas sesiones en la sala de clases. La política institucional establecía que la plataforma LMS solo podía utilizarse como complemento de la clase presencial. 

Un día, justo cuando mis estudiantes estaban ofreciendo sus conferencias virtuales a través de WizIQ fue que recibí la visita del Comité Departamental para evaluar la clase y mi desempeño como docente. La verdad es que había olvidado por completo la visita del comité para evaluar mi curso. Les dije que con gusto podían evaluar la clase que se estaba llevando de manera virtual. Los estudiantes se encontraban dispersos en diferentes lugares (biblioteca, pasillos, establecimientos públicos, hogares). La profesora se quedaba mirando la pantalla y no entendía la dinámica que se estaba llevando en la clase. De modo que decidió cancelar la visita y repogramarla cuando tuviera a los estudiantes en el laboratorio. Y así sucedió... confirmé su visita para mi próxima sesión teórica. 

La clase presencial se ofreció sin dificultades mayores. Demás está decirles que obtuve un 98% de efectividad en la evaluación. Lo único que me cuestionaron fue la alteración del bosquejo del curso con contenidos didácticos y actividades instruccionales que no estaban contempladas en el currículo oficial. La profesora me pidió el prontuario del curso para examinar si el contenido didáctico que estaba discutiendo estaba alineado con bosquejo del curso. Le dije a la profesora que lo tenía en formato digital, que se lo podía enviar por correo electrónico. Ella me dijo que lo necesitaba impreso. Nada, quedé en imprimirlo y dárselo a la mano. Todavía imperaba la cultura impresa en las gestiones administrativas...

Para resumir la historia, la evaluadora llevó su queja ante el Comité de Currículo Departamental ya que este servidor estaba alterando el bosquejo del curso. El comité decidió prescindir nuevamente mis servicios como docente, por entender que yo estaba por encima de la realidad de nuestro Departamento de Educación (DEPR). ¡Sí, es cierto! Nuestras escuelas no ofrecían clases virtuales, no utilizaban plataformas tecnológicas ni aplicaciones móviles en sus clases. El DEPR atraviesa por una estructura física débil, escasez de materiales, recursos, herramientas y de un personal profesional capacitado. No por eso, tenemos que arrastrar a nuestros futuros maestros a la misma miseria del sistema educativo al que aspiran ingresar. El comité decidió proteger el currículo del curso, no así a sus estudiantes, quienes deben prepararse para la educación del futuro. Un currículo adaptado perferctamente a sus propias limitaciones estructurales, organizacionales, pedagógicas, tecnológicas y cognitivas. La falta de maestros preparados para dictar cursos a distancia en nuestras escuelas proviene de la ineficiencia de los Programas de Educación Universitarios. ¡Esa es la VERDAD que muchos dirigentes no quieren aceptar!   

  • ¿Por qué dictar un curso de la Microcomputadora en la Educación cuando los estudiantes también utilizan tablets y teléfonos móviles inteligentes? No tiene sentido anclarse en una sola herramienta tecnológica en un momento de alta proliferación de plataformas, sistemas y aplicaciones tecnológicas emegentes.  
  • ¿Por qué dictar un curso a tono con la realidad del DEPR? ¿Por qué seguir fomentando la escasez institucional, cuando en la web abunda una riqueza de herramientas tecnológicas y contenidos digitales que ayudan a aumentar el esfuerzo humano para fomentar aprendizajes?
  • ¿Por qué obligar a los futuros maestros a utilizar las costosas herramientas de Microsoft Office, cuando existe una diversidad de plataformas gratuitas y de bajo costo que hacen las mismas funciones, o incluso, las superan por mucho? 
  • ¿Si la Universidad se conoce como el centro primario de desarrollo del conocimiento, por qué sigue enseñando conocimientos, metodologías y prácticas pedagógicas que ya no responden a este tiempo? ¿Por qué seguir formando maestros del siglo 20 en pleno 2020? ¿Por qué seguimos fomentando una pedagogía clásica de certezas sólidas en vez de adaptarnos a una época de modernidad líquida (ahora gaseosa) llena transformaciones sin precedentes y radicalmente inciertas.
  • ¿Por qué seguir preparando maestros para hacer tablas de informes en Word, presentaciones, cuentos en PowerPoint y gráficas de resultados en Excel? El Educador del Siglo 21 es mucho más que esas destrezas ofimáticas.
  • ¿Por qué seguir ofreciendo un curso obsoleto perteneciente a una era educativa que ha dejado de existir? Deberían eliminar ese curso y crear uno nuevo adaptado a la realidad educativa del siglo 21?

Ahora que vivimos los estragos de los huracanes (Irma y María 2017) #PRSeLevanta, cierre de Escuelas 2017-18, movimientos sociales #Verano2019, sismos de enero 2020 #PRTiembla y #COVID19, nuestra Educación ha pasado por una serie de interrupciones nunca antes imaginadas. Desde 2005 pensaba que la Educación ya no debería ser lo mismo que es ahora. La Escuela y Universidad deberían articularse a la altura de estos tiempos. Lo exponía en diferentes foros internacionales en los que fui invitado a participar. Esta fue la punta de lanza que me motivó a publicar el libro Derrumbando las Catedrales del Conocimiento en 2019.

Ahora que el sistema educativo ha cerrado desde marzo 16 hasta el día de hoy por la pandemia del COVID19, he llegado a la conclusión de que el tiempo me ha dado la razón. Jamás pensé que lo que hacía en clases hace ocho años atrás era una preparación para lo que hoy tenemos que enfrentar; un microorganismo que nos obliga a mantener un distanciamiento físico indefinido. Lo que antes era una afronta para la educación universitaria, ahora es una obligación que los docentes deben de ejercer para mantener las operaciones docentes y administrativas del nuevo año académico 2020-21. 

Antes, el uso del teléfono inteligente era prohibido en las salas de clases. Ahora es la herramienta tecnológica que salvará el nuevo y atropellado año académico. Antes, la educación a distancia era criticada por no estar a la altura de la experiencia de enseñansa convencional. Ahora es la modalidad que todos los docentes han tenido que aprender de manera abrupta para mantener la continudad académica remota. Muchos docentes añoran regresar a la normalidad de la educación presencial, pero lo cierto es que les será complicado reunir todos los días a sus estudiantes en los futuros ciclos académicos. La Educación Híbrida se convertirá en la nueva norma de la Educación Superior. El uso de los espacios físicos irá reduciéndose paulatinamente, a la misma vez que surgirá la necesidad de expandir dichos espacios para mantener mayor distanciamiento entre las personas congregadas. Muchas universidades carecen de espacios expandibles, lo que las llevará a adoptar la modalidad combinada como mecanismo salubrista permanente. La pregunta que formulo es cuánto tiempo los docentes tradicionales estarán dispuestos a continuar esta modalidad virtual combinada. El nuevo fenómeno del CoronaTeaching se hace más evidente en el inicio del nuevo año académico.

La Educación a Distancia no es de este tiempo, hace 20 años que veníamos ofreciendo conferencias y talleres sobre eLearning, herramientas web gratuitas, plataformas de tele-educación y aplicaciones móviles. La riqueza de contenidos didácticos actualizados y herramientas digitales gratuitas y de bajo costo fueron presentadas a la comunidad universitaria en varios eventos: abril de 2014 y octubre de 2014. El año pasado organizamos el 1er Congreso Iberoamericano Virtual de Disrupción Educativa (CIVDE2019). Muy pocos miembros de la administración y la docencia se interesaron en asistir a estos eventos tecno-educativos innovadores. La resistencia al cambio de un sistema pedagógico industrial, al desaprendizaje de modelos mentales irrelevantes y al re-aprendizaje de los nuevos paradigmas heutagógicos, son las causas principales del estantamiento que muchas universidades confrontan hoy día. 

La concecuencia experimentada es la urgencia de capacitar en unas semanas a decenas de profesores que nunca habían utilizado plataformas tecnológicas, herramientas web ni aplicaciones móviles en sus cursos. Educadores que se acostumbraron a que los Especialistas TIC, Tecnólogos Educativos y Diseñadores Instruccionales les resolvieran cada uno de sus inconvenientes técnicos en sus cursos, sin aprender cómo resolverlos en futuras ocasiones. Esa es la Pedagogía de la Dependencia que siempre he señalado en mis pasadas publicaciones y conferencias. Los docentes del siglo 21 deben prepararse para la autosuficiencia y autorealización de sus funciones pedagógicas y administrativas. Deben aprender a diseñar sus proios ecosistemas de aprendizaje personalizados para llevar sus clases a los estudiantes y no obligarlos a entrar a sus salas de clases. Esto se debe a que el personal administrativo de apoyo tecnológico no podrá atender todas las necesidades de los docentes y estudiantes al mismo tiempo.

Ahora en 2020 nos damos cuenta que el nivel cognitivo de algunos profesores universitarios se ha quedado muy por detrás del desarrollo global. Sus modelos mentales, conocimientos del contenido experto, conocimiento pedagógico / heutagógico, destrezas / habilidades tecnológicas y procedimientos operacionales / organizacionales están en plena obsolescencia. Se ha puesto en entredicho el valor del título universitario como el indicador exclusivo para ingresar al mercado laboral del milenio. Lo más preocupante de todo, el surgimiento de nuevos programas académicos alternativos de corta duración lanzados por las plataformas edu-tecnológicas emergentes. Estos programas entrarán al escenario educativo superior a competir con la formación universitaria clásica. Se habla de una nueva norma educativa compuesta de celebridades, influencers, consultores, expertos, coaches y EduTubers. Los mejores educadores ya no serán los que están en las aulas, sino aquellos que estarán más accesibles en las redes. La proliferación tecnológica de la época ha provocado nuevos fenómenos socio-cognitivos que están acelerándose por la contigencia del COVID19. Lo que está por verse es si los jóvenes de la Generación Z y Alpha se atreverán dar el salto hacia esta nueva educación alternativa

A partir de hoy, los debates educativos se dirigirán hacia la calidad y efectividad de los programas académicos de la Formación Universitaria vs la Formación Profesional (en las plataformas tecnológicas). Los normalistas harán todo lo posible por regresar al formato clásico de enseñanza presencial asistida por tecnologías al finalizar la emergencia del Coronavirus. Mientras, los disruptores se dirigirán hacia una Educación Híbrida diseñando nuevos ecosistemas virtuales de aprendizaje. La velocidad de enseñanza de los profesores tradicionales no podrá alcanzar la velocidad de aprendizaje de las nuevas generaciones estudiantiles. La entidad física del aula dejará de ser el lugar exclusivo de aprendizaje de la sociedad, al igual que los profesores dejarán de ser los sabios del escenario. Es imperativo iniciar una reestructuración de las instalaciones físicas universitarias para adaptarlas a las realidades globales del siglo 21, en las que se interacciona, dialoga, debate, reflexiona, actúa, se desplaza, aprende y trabaja de maneras diferentes... 

 

Termino este post compartiendo las siguientes reflexiones: 

1. Nos están hackeando el Sistema Eucativo Superior, porque las Universidades se han quedado ancladas en una época que nada tiene que ver con lo que vivimos hoy día. Robert Fray predice que la compañía más grande de Internet del 2030, será una Empresa Educativa que todavía no existe hoy día. 

2. La Educación Superior se enfocará más en las Capacidades de Aprendizaje que en las Metodologías de Enseñanza. Y esto se debe a que el Mundo Moderno está cambiando de un paradigma industrial, enfocado en la mano de obra de los egresados, a un nuevo paradigma digital, centrado en las mentes de obra de los profesionales. Esto significa que las universidades deberían centrarse más en el desarrollo cognitivo de orden superior y no tanto en los resultados de exámenes y pruebas de reválida.

3. Tendría sentido plantearnos qué hacer para que el futuro venga realmente del futuro y no de la repetición del pasado. Sin embargo aún estamos rodeados de gestores que tratan de “ordenar” la complejidad, cuando deberíamos esperar de nuestros líderes que acometan transformaciones reales (Future of Work). 

4. En esta Era Digital somos nosotros los educadores los que debemos iniciar la transformación educativa del milenio. No son los políticos, los ministros, ni dirigentes universitarios los que construirán los cimientos de la Educación Digital.  

5. ¿Cómo algunos profesores se atreven a argumentar que los estudiantes perderán su tiempo si no asisten a la universidad, cuando muy probablemente, lo único que no hayan logrado es contestar correctamente un conjunto de preguntas para aprobar un examen, y recibir un diploma que les asegura, únicamente, que han perdido su capacidad de generar ideas propias?

2 comentarios:

  1. El tiempo nos ha dado la razón a muchos. Lo bueno es que no nos damos por vencidos y continuamos dando la batalla desde otros escenarios. Lo que necesitamos es seguir exponiendo a los docentes a los nuevos retos que tienen y tendrán que enfrentar el un futuro cercano.

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    1. ¡Así es, Alfredo! Gracias a las redes y al libro he podido darme a conocer en otros países que les interesa escuchar los planteamientos que exponemos. Nunca pensé que mis artículos de blog llegaran a lugares nunca antes imaginados. Muchos docentes están aceptando el reto de enfrentar el futuro. No hay más alternativas: Nos reinventamos o nos reventamos...

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