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domingo, 23 de agosto de 2020

El tiempo me dio la razón...

En esta entrada les comparto una de mis tantas experiencias laborales como profesor universitario. Ser docente fue una de las experiencias más gratificantes que he tenido. Esas experiencias me enseñaron a conocer muy de cerca a los estudiantes y ha desarrollar habilidades muy necesarias para mi trabajo actual que se basa en capacitar a los compañeros profesores en la integración tecnológica en sus procesos de enseñanza y aprendizaje.

Luego de haber prescindido mis servicios profesionales como profesor de Educación en 2003, fui contratado nuevamente en 2012 para impartir el curso básico de la Microcomputadora en la Educación. El curso original había sido actualizado con algunas de las recomendaciones que había sometido en mis primeros años docentes. Fue muy gratificante revivir en 2012-13 mis experiencias docentes con los estudiantes del programa de Educación. Fue muy decepcionante el trato que me dio la directiva por segunda ocasión. He llegado a pensar que nunca me aceptaron como miembro del claustro por ser y actuar diferente a ellos.

La primera tarea fue revisar el currículo (prontuario) para estructurar el curso en las 16 semanas que conlleva el semestre académico. El curso mantenía su formato original que consistía en practicar las funcionalidades básicas de Microsoft (Word, PowerPoint, Excel e Internet Explorer). Dicha práctica era complementada con la teoría sobre el uso de la computadora en la sala de clases, historia de la computadora y sus componentes (hardware y software). Es decir, el curso estaba diseñado para que los estudiantes contestaran las preguntas tecnológicas que aparecían en la prueba de reválida, conocida como las PCMAS.

Para ese tiempo, pensaba que el curso podía ser complementado con nuevas herramientas web, aplicaciones móviles y plataformas tecno-educativas gratuitas que los estudiantes podían utilizar en su práctica docente. La sala de clases no solo se componía de microcomputadoras, sino de portátiles, tablets y teléfonos móviles inteligentes. La computadora en la educación no era únicamente la integración de las herramientas de Microsoft en la sala de clases. Había mucho más que mostrarle a los estudiantes en el curso. De modo que me tomé el atrevimiento de modificarlo con nuevas herramientas, plataformas y aplicaciones móviles. Y que conste, que lo hice sin alterar el orden pre-programado del bosquejo del curso. Solo le añadí algunas herramientas y recursos innovadores en las últimas sesiones del ciclo académico.

Más que crear presentaciones en PowerPoint, les enseñé a mis estudiantes a diseñar módulos instruccionales interactivos con textos, botones de navegación, hiperenlaces, sonidos y vídeos. Los estaba preparando para que aprendieran a diseñar sus propios contenidos personalizados, sin tener que depender de las casas editoriales y las imposiciones del Departamento de Educación (DEPR). Lo hice pensando que en un futuro la educación se realizaría de manera virtual, sin tener que estar físicamente congregados en el aula. Es decir, estaba llevando la microcomputadora más allá de la sala de clases convencional. Quería que mis estudiantes fuesen profesionales autosuficientes capaces de diseñar sus propios recursos de aprendizaje en medio de la escasez de materiales y recursos que había en aquellos años.

 

Le mostré a los estudiantes que había otras herramientas para diseñar presentaciones en formato digital (Prezi), sin tener que grabarlas en sus dispositivos de flash memory. Compartí algunas aplicaciones móviles para hacer prácticas, repasos o pruebas en línea (ThatQuiz). Realizamos presentaciones virtuales a través de la plataforma WizIQ. Les mostré cómo utilizar Twitter para crear Redes de Aprendizaje Personalizados (PLN). Llegamos a hacer trivias tecnológicas en horarios nocturnos para que los estudiantes aprendieran fuera de las horas de la clase y obtuvieran puntos de bono por su participación. Ofrecí algunas secciones en la modalidad virtual para que los estudiantes experimentaran las virtudes del aprendizaje fuera de las cuatro paredes del laboratorio de computadoras al que estaban obligados a asistir. En esas sesiones virtuales pude comprobar que los estudiantes participaban más que en las clases presenciales. Ellos preguntaban más, hacían comentarios y narraban sus experiencias en el bloque del chat.

Como todo educador novato en esta dimensión, lo que hice fue transferir la clase presencial al formato virtual, pensando que lo que hacía estaba bien. Con el pasar de los años aprendí que la modalidad educativa virtual requiere otra manera de diseñar el curso, con actividades instruccionales y estrategias de evaluación completamente diferentes a la modalidad presencial. Gracias a los grandes pensadores y colegas educadores que compartieron en sus plataformas digitales sus conocimientos, destrezas y experiencias sobre el diseño instruccional de cursos en línea. Asistir a eventos educativos virtuales me ayudó muchísimo a entender los nuevos postulados de la Educación Digital del Siglo 21.  

En esos años la Educación a Distancia y el eLearning eran considerados como una educación de segunda categoría. Todavía se publicaban investigaciones concluyentes que en las clases presenciales se obtenían mejores resultados y mayor aprovechamiento académico que en las clases virtuales. Ofrecer sesiones virtuales representaba una amenaza al sistema universitario oficialista. Incluso, en años anteriores llegaron a circular reglamentos y normativas amenazantes a aquellos educadores que se atrevieran a ofrecer clases en línea. Esas horas serían consideradas como ausencias y los profesores tendrían que reponer dichas sesiones en la sala de clases. La política institucional establecía que la plataforma LMS solo podía utilizarse como complemento de la clase presencial. 

Un día, justo cuando mis estudiantes estaban ofreciendo sus conferencias virtuales a través de WizIQ fue que recibí la visita del Comité Departamental para evaluar la clase y mi desempeño como docente. La verdad es que había olvidado por completo la visita del comité para evaluar mi curso. Les dije que con gusto podían evaluar la clase que se estaba llevando de manera virtual. Los estudiantes se encontraban dispersos en diferentes lugares (biblioteca, pasillos, establecimientos públicos, hogares). La profesora se quedaba mirando la pantalla y no entendía la dinámica que se estaba llevando en la clase. De modo que decidió cancelar la visita y repogramarla cuando tuviera a los estudiantes en el laboratorio. Y así sucedió... confirmé su visita para mi próxima sesión teórica. 

La clase presencial se ofreció sin dificultades mayores. Demás está decirles que obtuve un 98% de efectividad en la evaluación. Lo único que me cuestionaron fue la alteración del bosquejo del curso con contenidos didácticos y actividades instruccionales que no estaban contempladas en el currículo oficial. La profesora me pidió el prontuario del curso para examinar si el contenido didáctico que estaba discutiendo estaba alineado con bosquejo del curso. Le dije a la profesora que lo tenía en formato digital, que se lo podía enviar por correo electrónico. Ella me dijo que lo necesitaba impreso. Nada, quedé en imprimirlo y dárselo a la mano. Todavía imperaba la cultura impresa en las gestiones administrativas...

Para resumir la historia, la evaluadora llevó su queja ante el Comité de Currículo Departamental ya que este servidor estaba alterando el bosquejo del curso. El comité decidió prescindir nuevamente mis servicios como docente, por entender que yo estaba por encima de la realidad de nuestro Departamento de Educación (DEPR). ¡Sí, es cierto! Nuestras escuelas no ofrecían clases virtuales, no utilizaban plataformas tecnológicas ni aplicaciones móviles en sus clases. El DEPR atraviesa por una estructura física débil, escasez de materiales, recursos, herramientas y de un personal profesional capacitado. No por eso, tenemos que arrastrar a nuestros futuros maestros a la misma miseria del sistema educativo al que aspiran ingresar. El comité decidió proteger el currículo del curso, no así a sus estudiantes, quienes deben prepararse para la educación del futuro. Un currículo adaptado perferctamente a sus propias limitaciones estructurales, organizacionales, pedagógicas, tecnológicas y cognitivas. La falta de maestros preparados para dictar cursos a distancia en nuestras escuelas proviene de la ineficiencia de los Programas de Educación Universitarios. ¡Esa es la VERDAD que muchos dirigentes no quieren aceptar!   

  • ¿Por qué dictar un curso de la Microcomputadora en la Educación cuando los estudiantes también utilizan tablets y teléfonos móviles inteligentes? No tiene sentido anclarse en una sola herramienta tecnológica en un momento de alta proliferación de plataformas, sistemas y aplicaciones tecnológicas emegentes.  
  • ¿Por qué dictar un curso a tono con la realidad del DEPR? ¿Por qué seguir fomentando la escasez institucional, cuando en la web abunda una riqueza de herramientas tecnológicas y contenidos digitales que ayudan a aumentar el esfuerzo humano para fomentar aprendizajes?
  • ¿Por qué obligar a los futuros maestros a utilizar las costosas herramientas de Microsoft Office, cuando existe una diversidad de plataformas gratuitas y de bajo costo que hacen las mismas funciones, o incluso, las superan por mucho? 
  • ¿Si la Universidad se conoce como el centro primario de desarrollo del conocimiento, por qué sigue enseñando conocimientos, metodologías y prácticas pedagógicas que ya no responden a este tiempo? ¿Por qué seguir formando maestros del siglo 20 en pleno 2020? ¿Por qué seguimos fomentando una pedagogía clásica de certezas sólidas en vez de adaptarnos a una época de modernidad líquida (ahora gaseosa) llena transformaciones sin precedentes y radicalmente inciertas.
  • ¿Por qué seguir preparando maestros para hacer tablas de informes en Word, presentaciones, cuentos en PowerPoint y gráficas de resultados en Excel? El Educador del Siglo 21 es mucho más que esas destrezas ofimáticas.
  • ¿Por qué seguir ofreciendo un curso obsoleto perteneciente a una era educativa que ha dejado de existir? Deberían eliminar ese curso y crear uno nuevo adaptado a la realidad educativa del siglo 21?

Ahora que vivimos los estragos de los huracanes (Irma y María 2017) #PRSeLevanta, cierre de Escuelas 2017-18, movimientos sociales #Verano2019, sismos de enero 2020 #PRTiembla y #COVID19, nuestra Educación ha pasado por una serie de interrupciones nunca antes imaginadas. Desde 2005 pensaba que la Educación ya no debería ser lo mismo que es ahora. La Escuela y Universidad deberían articularse a la altura de estos tiempos. Lo exponía en diferentes foros internacionales en los que fui invitado a participar. Esta fue la punta de lanza que me motivó a publicar el libro Derrumbando las Catedrales del Conocimiento en 2019.

Ahora que el sistema educativo ha cerrado desde marzo 16 hasta el día de hoy por la pandemia del COVID19, he llegado a la conclusión de que el tiempo me ha dado la razón. Jamás pensé que lo que hacía en clases hace ocho años atrás era una preparación para lo que hoy tenemos que enfrentar; un microorganismo que nos obliga a mantener un distanciamiento físico indefinido. Lo que antes era una afronta para la educación universitaria, ahora es una obligación que los docentes deben de ejercer para mantener las operaciones docentes y administrativas del nuevo año académico 2020-21. 

Antes, el uso del teléfono inteligente era prohibido en las salas de clases. Ahora es la herramienta tecnológica que salvará el nuevo y atropellado año académico. Antes, la educación a distancia era criticada por no estar a la altura de la experiencia de enseñansa convencional. Ahora es la modalidad que todos los docentes han tenido que aprender de manera abrupta para mantener la continudad académica remota. Muchos docentes añoran regresar a la normalidad de la educación presencial, pero lo cierto es que les será complicado reunir todos los días a sus estudiantes en los futuros ciclos académicos. La Educación Híbrida se convertirá en la nueva norma de la Educación Superior. El uso de los espacios físicos irá reduciéndose paulatinamente, a la misma vez que surgirá la necesidad de expandir dichos espacios para mantener mayor distanciamiento entre las personas congregadas. Muchas universidades carecen de espacios expandibles, lo que las llevará a adoptar la modalidad combinada como mecanismo salubrista permanente. La pregunta que formulo es cuánto tiempo los docentes tradicionales estarán dispuestos a continuar esta modalidad virtual combinada. El nuevo fenómeno del CoronaTeaching se hace más evidente en el inicio del nuevo año académico.

La Educación a Distancia no es de este tiempo, hace 20 años que veníamos ofreciendo conferencias y talleres sobre eLearning, herramientas web gratuitas, plataformas de tele-educación y aplicaciones móviles. La riqueza de contenidos didácticos actualizados y herramientas digitales gratuitas y de bajo costo fueron presentadas a la comunidad universitaria en varios eventos: abril de 2014 y octubre de 2014. El año pasado organizamos el 1er Congreso Iberoamericano Virtual de Disrupción Educativa (CIVDE2019). Muy pocos miembros de la administración y la docencia se interesaron en asistir a estos eventos tecno-educativos innovadores. La resistencia al cambio de un sistema pedagógico industrial, al desaprendizaje de modelos mentales irrelevantes y al re-aprendizaje de los nuevos paradigmas heutagógicos, son las causas principales del estantamiento que muchas universidades confrontan hoy día. 

La concecuencia experimentada es la urgencia de capacitar en unas semanas a decenas de profesores que nunca habían utilizado plataformas tecnológicas, herramientas web ni aplicaciones móviles en sus cursos. Educadores que se acostumbraron a que los Especialistas TIC, Tecnólogos Educativos y Diseñadores Instruccionales les resolvieran cada uno de sus inconvenientes técnicos en sus cursos, sin aprender cómo resolverlos en futuras ocasiones. Esa es la Pedagogía de la Dependencia que siempre he señalado en mis pasadas publicaciones y conferencias. Los docentes del siglo 21 deben prepararse para la autosuficiencia y autorealización de sus funciones pedagógicas y administrativas. Deben aprender a diseñar sus proios ecosistemas de aprendizaje personalizados para llevar sus clases a los estudiantes y no obligarlos a entrar a sus salas de clases. Esto se debe a que el personal administrativo de apoyo tecnológico no podrá atender todas las necesidades de los docentes y estudiantes al mismo tiempo.

Ahora en 2020 nos damos cuenta que el nivel cognitivo de algunos profesores universitarios se ha quedado muy por detrás del desarrollo global. Sus modelos mentales, conocimientos del contenido experto, conocimiento pedagógico / heutagógico, destrezas / habilidades tecnológicas y procedimientos operacionales / organizacionales están en plena obsolescencia. Se ha puesto en entredicho el valor del título universitario como el indicador exclusivo para ingresar al mercado laboral del milenio. Lo más preocupante de todo, el surgimiento de nuevos programas académicos alternativos de corta duración lanzados por las plataformas edu-tecnológicas emergentes. Estos programas entrarán al escenario educativo superior a competir con la formación universitaria clásica. Se habla de una nueva norma educativa compuesta de celebridades, influencers, consultores, expertos, coaches y EduTubers. Los mejores educadores ya no serán los que están en las aulas, sino aquellos que estarán más accesibles en las redes. La proliferación tecnológica de la época ha provocado nuevos fenómenos socio-cognitivos que están acelerándose por la contigencia del COVID19. Lo que está por verse es si los jóvenes de la Generación Z y Alpha se atreverán dar el salto hacia esta nueva educación alternativa

A partir de hoy, los debates educativos se dirigirán hacia la calidad y efectividad de los programas académicos de la Formación Universitaria vs la Formación Profesional (en las plataformas tecnológicas). Los normalistas harán todo lo posible por regresar al formato clásico de enseñanza presencial asistida por tecnologías al finalizar la emergencia del Coronavirus. Mientras, los disruptores se dirigirán hacia una Educación Híbrida diseñando nuevos ecosistemas virtuales de aprendizaje. La velocidad de enseñanza de los profesores tradicionales no podrá alcanzar la velocidad de aprendizaje de las nuevas generaciones estudiantiles. La entidad física del aula dejará de ser el lugar exclusivo de aprendizaje de la sociedad, al igual que los profesores dejarán de ser los sabios del escenario. Es imperativo iniciar una reestructuración de las instalaciones físicas universitarias para adaptarlas a las realidades globales del siglo 21, en las que se interacciona, dialoga, debate, reflexiona, actúa, se desplaza, aprende y trabaja de maneras diferentes... 

 

Termino este post compartiendo las siguientes reflexiones: 

1. Nos están hackeando el Sistema Eucativo Superior, porque las Universidades se han quedado ancladas en una época que nada tiene que ver con lo que vivimos hoy día. Robert Fray predice que la compañía más grande de Internet del 2030, será una Empresa Educativa que todavía no existe hoy día. 

2. La Educación Superior se enfocará más en las Capacidades de Aprendizaje que en las Metodologías de Enseñanza. Y esto se debe a que el Mundo Moderno está cambiando de un paradigma industrial, enfocado en la mano de obra de los egresados, a un nuevo paradigma digital, centrado en las mentes de obra de los profesionales. Esto significa que las universidades deberían centrarse más en el desarrollo cognitivo de orden superior y no tanto en los resultados de exámenes y pruebas de reválida.

3. Tendría sentido plantearnos qué hacer para que el futuro venga realmente del futuro y no de la repetición del pasado. Sin embargo aún estamos rodeados de gestores que tratan de “ordenar” la complejidad, cuando deberíamos esperar de nuestros líderes que acometan transformaciones reales (Future of Work). 

4. En esta Era Digital somos nosotros los educadores los que debemos iniciar la transformación educativa del milenio. No son los políticos, los ministros, ni dirigentes universitarios los que construirán los cimientos de la Educación Digital.  

5. ¿Cómo algunos profesores se atreven a argumentar que los estudiantes perderán su tiempo si no asisten a la universidad, cuando muy probablemente, lo único que no hayan logrado es contestar correctamente un conjunto de preguntas para aprobar un examen, y recibir un diploma que les asegura, únicamente, que han perdido su capacidad de generar ideas propias?

domingo, 2 de abril de 2017

De los números a la acción

Después de un año sin publicar nuevas entradas, inicio el 2017 cargado de proyectos tecno-educativos de innovación disruptiva. Las experiencias vividas en dichos proyectos me han llevado a reflexionar sobre el rol de la universidad en tiempos de la Cuarta Revolución Industrial.  

La segunda revolución industrial se caracterizaba por la tecnología de la electrícidad como energía principal para mover las cadenas de producción. La tercera revolución industrial integró la tecnología del software para automatizar las operaciones realizadas en las líneas de ensamblaje. Pero ahora en 2017 se destaca la incorporación de sensores que interconectan las cadenas de producción con la finalidad de operar como 'fábricas inteligentes' con cerebros artificiales capaces de tomar decisiones descentralizadas.  

Al visitar diferentes universidades públicas y privadas nos podremos percatar que aún permanecen estancadas en la segunda y tercera revolución industrial. Las oficinas administrativas operan con electricidad para encender los computadores que trabajan con softwares privativos. La información utilizada en esos softwares solo funciona en una unidad administrativa (Ej: registraduría, admisiones), por lo que no puede ser compartida en ninguna otra oficina de la institución. Es por eso que en pleno siglo 21 los estudiantes tienen que moverse de una oficina a otra para completar sus procesos de matrícula.

Lo mismo ocurre a nivel pedagógico. Las salas de clase están divididas en edificios departamentales, por donde los estudiantes tienen que pasar para completar sus currículos académicos. Las aulas se agrupan en filas, muy similar a los trenes de transporte, cuyas vías los llevan a destinos fijos. Cada salón es parte de una cadena de producción por la que tienen que pasar los estudiantes para cumplir con los requisitos de graduación. Cada nuevo ciclo los alumnos se agrupan en secciones (de 25 a 30) para tomar los cursos del término académico pre-programado. Los cursos se componen de clases magistrales, laboratorios, proyectos, tareas y pruebas estandarizadas que son utilizadas para medir el aprovechamiento académico de los discentes. Todas esas actividades generan calificaciones parciales (por cientos) que se contabilizan para calcular una calificación final. De este modo, los estudiantes van acumulando un promedio general a medida que avanzan de un cilo a otro. 


Así es que la administración va trabajando el expediente académico de cada individuo. La información numérica que genera una oficina o unidad se mueve hacia la otra unidad para que alguien se encargue de entrar los datos al otro sistema. Cinceramente, este es un proceso administrativo obsoleto que ralentiza la anaítica de datos para emprender proyectos educativos innovadores. En algunas instancias existen oficinas interconectadas que comparten las pantallas del software con información sensitiva de los estudiantes para la toma de decisiones centralizadas. 


No obstante, nos encontramos con educadores, pensadores y teóricos contemporáneos que creen en otra educación. Una educación abierta, ubicua, inclusiva e hiperconectada que rebasa toda limitación geográfica, temporal, física y socio-cultural. Los nuevos proponentes que entran al escenario educativo presentan diferentes propuestas de lo que debería ser la Educación del Milenio. Cada uno plantea sus propias ideas, procesos, modelos y protoparadigmas convergentes y divergentes. Todas esas ideas se basan en los datos que se obtienen en las experiencias de su entorno. Y esto lo que genera es un 'caos pedagógico' porque los proponentes de la nueva educación no coinciden en cómo hacer la pedagogía del milenio. Pero a la misma vez ese caos es la punta de lanza que genera la nuevas perspectivas del aprendizaje en la era digital.

En lo que sí todos están de acuerdo es en que la misión de la Universidad ya no debería ser la de formar obreros profesionales con destrezas para operar las cadenas de producción disponibles. La misión de la Universidad debe ser la de formar y desarrollar ciudadanos íntegros con capacidades de pensamiento crítico, valores éticos, principios democráticos, sentido de derecho y justicia social, comprometidos con la igualdad moral y legal de todos los seres humanos, con la equidad social y con la búsqueda de la verdad como categoría histórica fundamentada en el método, la razón y la evidencia (Emilio Pantoja García). 



La universidad que conocemos se ha quedado rezagada entre la segunda y tercera revolución industrial. Esta no debería seguir operando con números y categorías específicas como los únicos indicadores de la 'excelencia académica'. Muchos coincidimos en que las pruebas estandarizadas son importantes para medir la retención memorística de cada estudiante. Pero esto no significa que deba ser la única estrategia para evaluar las capacidades de la inteligencia. Ese tipo de aprendizaje ha demostrado ser inefectivo porque los estudiantes no tienen la oportunidad de relacionar todo el aprendizaje abstracto de los textos con la realidad de sus entornos. Este formato pedagógico está conceptualizado por la comunidad educativa global como uno irrelevante para el desarrollo cognitivo de las nuevas generaciones. Lo que mueve al mundo hoy día son los datos y las acciones que se toman para mejorar la calidad del sistema. El petróleo ha dejado de ser la matria prima que mueve la maquinaria indistrializada. Es por eso que la universidad debe comenzar a trabajar con los datos para emprender proyectos de vanguardia.

La realidad educativa que experimentamos hoy día se basa en darle el mayor peso a los resultados de las pruebas diagnósticas que a las habilidades, destrezas, competencias y talentos personales de los aprendices. Si un alumno obtuvo un 70% en una prueba, no se le ayuda a superar las limitaciones del restante 30% que obtuvo mal. Simplemente se anota en el registro de calificaciones y se pasa a la siguientes unidades de estudio hasta finalizar el curso. Por tanto, el alumno nunca llevará a cabo una práxis crítica y reflexiva de su propio aprendizaje. Otorgar títulos académicos certificados por los números de los expedientes académicos (transcripciones de crédito) no le garantiza a nadie un exitoso futuro profesional. Ni tampoco le certifica al reclutador o entrevistador que el candidato posee todas las credenciales necesarias para ocupar la posición vacante. 


Más que un promedio general, los patronos están más pendientes de saber qué hicieron los profesionales para culminar con éxito sus estudios universitarios.  Es por eso que muchos educadores proponemos trascender de los Números a la Acción. El aprendizaje del siglo 21 necesita que los universitarios formen parte de las soluciones reales y no de las situaciones hipotéticas de los libros de texto. Ellos necesitan estar inmersos en los fenómenos emergentes para entenderlos mejor y buscar las formas más efectivas de incorporar las soluciones teóricas a las variables de estudio. 

El aprendizaje y conocimiento NO son el resultado de la enseñanza del educador en su discurso magistral, sino que surjen mediante el accionamiento de los datos e información en contextos de la vida real.
Los aprendices realizan actividades de selección, identificación, planteamiento, inquirir, sintetizar, integrar, discernir, seleccionar, implementar, monitorear, evaluar y adaptar. Como ven en la figura superior el conocimiento se genera a traves de una actividad cíclica en la que se utilizan diferentes recursos, herramientas, plataformas y formatos de representación. Una conferencia magistral, adiestramiento técnico o laboratorio demostrativo presentados en PowerPoint no son actividades instruccionales efectivas para alcanzar el pensamiento cognitivo de orden superior. 

Accionar el conocimiento supone nuevas formas de diseñar experiencias de aprendizaje en diversidad de ecologías formales, no-formales e informales. Los estudiantes se convertirán en investigadores, exploradores, creadores, productores, divulgadores, presentadores, comunicadores y referentes. Se prepararán para ejecutar una diversidad de roles transferibles. Se convertirán en aprendices activos que participarán en charlas, conferencias, congresos y cumbres. Dejarán de ser entes pasivos que contemplarán los discursos de sus educadores, para convertirse en autores, solucionadores de conflictos complejos, confeccionadores de productos de consumo colectivo, creadores de nuevas patentes, arquitectos de futuro, microempresarios y líderes emprendedores. 

Para lograr esto, los educadores tendrán que salir de sus Zonas de Comfort para adentrarse en las nuevas zonas caóticas en las que tendrán que aprender a enseñar todo aquello que no saben. Deberán permitir que los estudiantes integren las herramientas tecnológicas de su tiempo para construir nuevas conexiones de redes sinápticas, sociales y artificiales. Que sus dispositivos móviles sean utilizados como sensores, sistemas automatizados y generadores de datos con los cuales se acciona el conocimiento para la toma de decisiones. Los grandes éxitos de la vida consisten más en las decisiones que se toman, no en las circunstancias que benefician o afectan el contexto. 

El aula del siglo 21 tiene que convertirse en un laboratorio social que se conecta con diviersidad de dispositivos, personas que participan en proyectos reales y organismos glocales. Actividades que generan datos en grandes cantidades y que necesitan ser analizados por las personas de interés (investigadores, empresarios, políticos, emprendedores, líderes y profesionales). En una clase convencional los aprendices sólo pueden conocer lo que ocurre en el mundo exterior, pero lo que realmente necesitan aprender es a construir conexiones cognitivas, sociales y profesionales. La pedagogía del siglo 21 tiene que expandir lo que se hace en el aula física a otros ambientes y no ambientes de aprendizaje. De ahí es que surgen los nuevos enfoques de Aprendizaje Situado, Aprendizaje Basado en Problemas, Aprendizaje Basado en Proyectos, Aprendizaje Contextual, Aprendizaje experiencial, Aprendizaje virtual y Aprendizaje invisible

La administración universitaria debería comenzar a trabajar menos con las pruebas estandarizadas y a promover más la participación ciudadana, vinculación comunitaria, y el voluntariado, como parte de su práctica profesional. Los estudiantes necesitan ser más que expedientes académicos o curriculum vitaes. Ellos necesitan saber cómo insertarse en la diversidad social de la era para formar parte de los proyectos cambiantes de corta duración. De los que se trata es de frecer productos o servicios que no puedan ser elaborados por las máquinas o robots inteligentes. Los números que indican cúan buenos fueron en la academia, cuán productivos fueron en una línea de ensamblaje o las clasificaciones de obediecia demostradas en el sistema burocrático, son irrelevantes en este momento histórico. Lo que importa ahora es cuánto valor le añaden a su nivel de empleabilidad. Cuántas habilidades, destrezas y competencias necesitan dominar para formar parte de una fuerza laboral disruptiva.

La universidad no puede seguir operando con datos numéricos rígidos en un ecosistema digital que funciona bajo la complejidad de algoritmos accionados por los cerebros artificiales. Ya es tiempo de comenzar a trabajar con procesos tecnológicos semánticos que interconectan unos servicios con otros. La universidad del milenio debe convertirse en ágil, escalable y autosustentable. Debe flexibilizar los procesos para la creación de nuevos programas académicos. Tiene que facilitar los procedimientos para la admisión y matrícula de sus cursos. Necesita interconectar las oficinas para agilizar los servicios a los estudiantes y profesores. Y sobre todo, transformar las prácticas metodológicas de sus docentes.


Los estudiantes del milenio ya no andarán tras los números de su promedio general, sino de las capacidades necesarias para transformar las ineficiencias del sistema industrial que heredaron de sus mayores. Los líderes del futuro ya no serán aquellos que obtuvieron las mejores calificaciones ni las mejores puntuaciones en las pruebas de reválida. Estamos hablando de profesionales con nuevos liderajes que vienen equipados con narrativas disruptivas para hacerle frente a los grandes desafíos del milenio... Y los mejores ejemplos los podemos encontrar en Amazon, Uber, Airbnb, Alibaba, Udacity, AltSchool y Singularity University.  

Por tanto, los profesionales que aprendan en ambientes de trabajo y trabajen en ambientes de aprendizaje, serán quienes se encargarán de la nueva educación del milenio. Los educadores tradicionalistas que transmiten contenidos en las aulas físicas tienen sus días contados en los nuevos escenarios pedagógicos. No serán reemplazados por la tecnología, sino por aquellos profesionales que saben utilizar la tecnología para expandir sus esfuerzos humanos a favor del aprendizaje cognitivo de orden superior...



viernes, 31 de julio de 2015

Innovación VS Disrupción VS Perturbación Educativa

Mucho se viene hablando sobre la Innovación educativa y la Educación Disruptiva durante los últimos meses. En las redes podemos encontrar infinidad de artículos interesantes sobre estos temas pedgógicos contemporáneos. Puntos de vista convergentes y divergentes son planteados a diario por diferentes personalidades educativas internacionales que se han convertido en nuestros grandes referentes socio-tecno-pedagógicos.

Es por eso que en esta entrada vengo a compartir con ustedes un nuevo concepto acuñado por el consultor empresarial
Adam Lloyd, que quisiera adaptar al contexto educativo en el que estamos viviendo hoy día. Se trata de la Perturbación Educativa. Lo traigo a la palestra digital porque me interesa iniciar una reflexión profunda con todos ustedes mis queridos lectores, y quizá hacer el movimiento detonante para iniciar un debate sobre este interesante neologismo pedagógico. 

Pero, creo que es meritorio definir los términos principales antes de entrar en el ruedo del debate:  



Innovación:
Ángel Fidalgo lo define como una
novedad introducida en el proceso formativo que permite reducir el tiempo empleado por un alumno en aprobar una asignatura, a la vez que adquiere conocimientos, habilidades y capacidades a través de un paradigma basado en el aprendizaje, utilizando tecnologías de la información y las comunicaciones. Es decir que cualquier innovación introduce novedades que provocan cambios; esos cambios pueden ser drásticos (se deja de hacer las cosas como se hacían antes para hacerlas de otra forma) o progresivos (se hacen de forma parecida pero introduciendo alguna novedad); en cualquier caso el cambio siempre mejora lo cambiado; es decir, la innovación sirve para mejorar algo. La mejora puede ser reducir el esfuerzo; reducir el coste; aumentar la rapidez en obtener resultados; aumentar la calidad, satisfacer nuevas demandas, etc. Para que estas innovaciones tengan éxito el coste de introducirlas debe ser asequible para los usuarios de dichas innovaciones.

Para Alfonso Florelis la innovación educativa es un fenómeno complejo, impreciso, donde convergen diferentes interpretaciones y perspectivas, dependiendo del ámbito de acción donde se desarrolle, ya sea político, social, personal o escolar. En este último, la innovación puede ser entendida de diversas maneras, debido a que en el sistema educativo, intervienen diferentes actores, tales como investigadores, administradores, maestros, los padres, los alumnos, entre otros  que de una manera u otra intervienen con su pluralidad u óptica para abordar y entender el tema. La  innovación educativa está más vinculada a la práctica pedagógica que a la reformista. Es decir, está más relacionada con el contexto metodológico, donde el docente aborda sus objetivos a través de nuevos procesos, técincas y estrategias de enseñanza en la sala de clases. Desde esta perspectiva, el cambio educativo, se vislumbra como un proceso  las personas que hacen vida en el centro educativo, por lo que un cambio debe ser llevado paulatinamente, involucrando a los grupos de interés, a fines de que el impacto sea menor y puedan alcanzarse los objetivos y metas propuestas, ya sea por el estado,  por la institución o por el maestro del aula. 

A menudo hablamos de innovación como algo novedoso que promueve el cambio y la mejora en un ámbito determinado. Sin embargo, conviene aclarar este concepto. Si tomamos como referencia la definición que hace la RAE, innovar significa “mudar o alterar algo, introduciendo novedades” pero lo que para mi centro puede ser una novedad para otro puede no serlo. Cuando hablamos de innovación educativa estamos indicando que hay una novedad en el aula, si tomamos este término, no como sinónimo de nuevo sino como “cambio producido en algo”, es decir, no es necesario inventar la rueda de nuevo (Polar Innovación Educativa). 

Disrupción

Imagen: @juandoming
En estos momentos el concepto Disruptivo es uno de los más utilizados en estos tiempos. Disrumpir se refiere a alterar drásticamente algo ya creado. Un concepto originado en el campo de los negocios, que se traduce en el cambio y la innovación (innovación disruptiva). Es un término que procede del inglés disruptive utilizado para nombrar a aquello que produce una ruptura brusca. Por lo general el término se utiliza en un sentido simbólico, en referencia a algo que genera un cambio muy importante o determinante (sin importar si dicho cambio está correlacionado con lo físico). En realidad es un concepto acuñado por Clayton Christensen, que consiste en un proceso por el cual un producto o servicio de nueva creación desplaza a sus competidores porque utiliza nuevas tecnologías y crea ventajas competitivas diferenciales. Ser disruptivo es tomar un giro al lado opuesto del estatus quo al cambiar nuestra forma de pensar, de comportarnos, de hacer negocios, trabajar, aprender y avanzar en nuestro día a día.  

Disrumpir tiene la capacidad de desplazar un mercado, industria o tecnología existente para producir algo nuevo y más eficiente que valga la pena. Es a la vez un proceso de destrucción creativa. A través del lente de los disruptores, ninguna empresa es tan esencial que no pueda ser reemplazada con un modelo de negocio completamente diferente a lo que ya existe. Para Christensen un producto disruptivo aborda un mercado que antes no podía ser servido, que ofrece una alternativa más simple, más barata o más conveniente para un producto ya existente - una disrupción de gama baja.

Los productos y servicios disruptivos no tienen que ser más baratos. Una disrupción de gama baja no tiene que tener un precio más bajo en comparación con los productos existentes. Christensen plantea que una disrupción de gama baja debe ser más simple, más barato o más conveniente. Uber es un gran ejemplo de un servicio disruptivo que es más conveniente. Y posiblemente sea más caro que el servicio de taxi convencional. La diferencia es que los taxistas-Uber obtendrán un 80 por ciento del total de sus ganancias y el restante 20% es para la compañía. Cosa que no sucede actualmente con las agencias tradicionales, que retienen un alto porcentaje de las ganancias de los taxistas.
 


En su blog, Mercedes Bonilla lo define como una ruptura de paradigmas que viene a botar productos o maneras de pensar que se creían "intocables" y a establecer nuevas y creativas formas de pensar, de producir y hablando ya en términos de educación a comprender que hay distintas maneras de aprender y por lo mismo deberían haber también diferentes formas de enseñar.


Perturbación
Para Adam Lloyd perturbar es centrarse en un enfoque mucho más externo que la disrupción. Perturbar se refiere a desafiar, cuestionarlo todo y alterar el estatus quo de manera calculada pero completamente diferente a lo tradicional. Y lo mas importante, se basa en conseguir que los demás se salgan de sus Zonas de Comfort. El acto de perturbar no solo se basa en intercambiar nuevas ideas y puntos de vista divergentes en una cultura interna, como suele ocurrir con muchos disruptivos. El efecto de perturbar consiste en atraer a la gente del exterior para que forme parte activa de los grandes cambios disruptivos. Aquí es donde entra en juego la transición de disrumpir a perturbar. El elemento añadido de la participación externa nos acercará grandemente a lo que exige el mercado global. ¿Será esto incómodo para los líderes actuales? Definitivamente que sí, sin duda, pero altamente necesario si el crecimiento y progreso es la meta primordial de los organismos que ellos representan.


Muchos organismos empresariales presumen al exterior lo que mejor saben hacer. Para esto pasan por rigurosos procesos de contratación de las mejores mentes que crean la nuevas ideas disruptivas. De esta manera se generan grandes activos internos que permanecen en el mismo lugar, pero que se quedan cortos en el agitar el escenario disruptivo con el mundo exterior. Esta falta de influencia externa puede deberse en parte al temor de provocar nuevas olas incontrolables, perder clientes o consumidores, perjudicar su marca personal u ofender a alguien. Por supuesto que perturbar tiene sus límites, y nunca debe verse como un acto agresivo u ofensivo, inestable o aterrador. Pero, debemos entender no podemos co-crear ni co-implantar nada nuevo haciendo siempre el status quo. 

Hablar del componente externo significa que los disruptivos deben desafiar a los consumidores y clientes. Hay que dejar que los agentes externos entren en el proceso de la innovación disruptiva. El verdadero disruptor puede entrar y perturbar la mentalidad de un agente externo (cliente, consumidor, paciente, aprendiz) con el fin de lograr un mejor resultado que crea un valor significativo a largo plazo. De esta manera los productos y servicios emergentes suelen solucionar los problemas inmediatos de la sociedad contemporánea. Los disruptores no pueden hacerlo solos. Pero tampoco podemos hacerlo conjuntamente si la cultura organizacional tradicional no comienza a abrazar más la curiosidad y el cuestionamiento respetuoso de sus operaciones, ya que es ahí donde se encuentra la verdadera base para la innovación disruptiva y sí, lo que altera, perturba o incomoda.

Conociendo las tres definiciones, ahora pasemos al debate de cómo adaptarlo al  contexto educativo. 

Muchos líderes tradicionales entienden que lo que el Sistema Educativo necesita para mejorar es la innovación. Por eso vemos a diario a diversos ministerios educativos anunciar con bombos y platillos la construcción de nuevos laboratorios y la adquisisión de la nueva infraestructura TIC para transformar las salas de clase. Ahora los maestros dispondrán de softwares y computadoras conectadas a la web para realizar las tareas de las clases de manera atractiva y dinámica. Los estudiantes estarán capacitados para contestar las preguntas y buscar la información que les piden sus docentes. Ahora podrán tomar las pruebas estandarizadas en formato digital, sin que los maestros tengan que pasar trabajo corrigiendo cada trabajo realizado. Un gran avance para muchos innovadores.

No obstante, pensadores disruptivos como Juan Domingo Farnós opinan diferente sobre la innovación educativa: 
 

¿Es la innovación lo mismo que disrupción? ¡Para nada! Innovar es mejorar lo que hay y la Disrupción quiere decir crear otra cosa. Esta sociedad es otra sociedad, y como es otra sociedad no tiene por qué seguir los pasos anteriores. Si de algunas maneras Gutenberg logró hacer otra sociedad con los libros, la Internet también ha logrado hacer otra sociedad. Lo que pasa es que estamos en un tiempo en el que no sabemos hacia dónde vamos.

Este modelo educativo tradicional es ya innecesario, porque lo sustituye la "auto-formación" (en realidad muchas veces comunidades de aprendizaje) basadas en los recursos digitales disponibles y en la interacción con pares (redes sociales). Es la nueva sociedad la que quiere esto, nos guste o no. Por tanto debemos ir por este camino de aprendizaje, de sociallización y de colaboración... intentar hacerlo de otra manera es darnos de bruces contra la pared. 

Como decíamos ya hace mucho, se requieren unas nuevas Estructuras, unas nuevas Organizaciones y unas nuevas Funcionalidades... Y lo que ya no sirve para nada, inutilizarlo, porque querer mantenerlo supone, entre otras cosas, un gasto supérfluo (no una inversión) que agrava la construcción de lo nuevo, una pérdida de tiempo y de esfuerzos que dinamita la creatividad, el esfuerzo que necesitamos para "construir".... y aquellos que no quieran seguir el ritmo, pues que se aparten y dejen hacer a los demás... No hay otro camino, es muy DISRUPTIVO, pero en estos momentos necesario... y hay que explicarlo a la gente en los Medios de Comunicación, Congresos Internacionales, y dejarse de batallitas... 

A fin de cuentas, los innovadores terminarán convirtiéndose en las nuevas piezas de engranaje que harán funcionar el deteriorado motor educativo indistrializado. Los disruptores entran al escenario para demostrar que el campo educativo no tiene por qué seguir un solo norte. En cambio, ellos entran al panorama para mostrarnos la existencia nuevas latitudes que aún no han sido del todo exploradas.

Al estar en medio de una era disruptiva en la que no sabemos hacia dónde nos moveremos, es que necesitamos a los perturbadores. Mientras los disruptivos nos hacen mirar al mundo desde prismas diferentes con sus grandes aportaciones, los perturbadores se encargarán de apropiarse de esas ideas para iniciar la construcción de las nuevas arquitecturas de futuros. Y es aquí donde se generan los nuevos algoritmos que harán que las cosas funcionen de otra manera completamente diferente a lo tradicional. La verdadera transformación educativa solo puede venir del exterior, de lo que la sociedad quiere, prefiere y necesita para aprender. Los perturbadores se encargarán de sacar a los 'lideres de siempre' de sus zonas de comfort, de esas cómodas y lujosas bancas donde firman autorizaciones, delegan tareas a sus subalternos y completan sus informes de rendición de cuentas. Necesitamos a los perturbadores para que los líderes ministeriales y políticos se incomoden con los grandes cambios educativos que se están dando. Que se den cuenta de que tienen que transformar sus roles administrativos, porque si no, se convertirán en funcionarios irrelevantes para las nuevas sociedades que se avecinan. Si estos líderes quieren seguir subsistiendo, tendrán que tirarse a la calle a trabajar conjuntamente con los innovadores, disruptores y perturbadores que creen en Otra Educación.  

De la misma manera que los Disruptores vinieron para construir un mundo nuevo con sus visiones e ideas innovadoras, los Perturbadores se encargarán de hacer que las nuevas ideas se conviertan en realidades visibles y altamente funcionales para la diversidad socio-cultural de la era. 





En el gráfico superior podemos ver que la fuerza de la innovación educativa proviene más del centro (lideres ministeriales, curricularistas, políticos y grupos de interés) hacia afuera (empleados administrativos, docentes, estudiantes, padres y comunidades). Esa es la realidad que vivimos los que estamos dentro del sistema. Las estructuras internas de poder son las que imponen los grandes cambios del sistema. Algunos ejemplos de la innovación educativa los podemos encontrar en No Child Left Behind (EEUU), La Ley Orgánica LOMCE (ESP) y las Puebas META-PR (PUR).

Por eso es que surgieron los Disruptores, porque ellos rebasan las líneas rojas del sistema para trabajar desde los bordes. Los grandes disruptores se mueven mejor a través las redes tecnológicas llevando el mensaje de transformación educativa en sus plataformas digitales. Ellos tienden a rebasar la infraestructura tecnológica y las barreras institucionales (reglamentos, políticas, normas) para transformar sus currículos y sus experiencias de aprendizaje en algo completamente diferente a lo tradicional. Pero el detalle es que los disruptores se mantienen en movimiento fuera de los bordes,
se les hace muy difícil llegar hasta el lugar donde se encuentran los líderes ministeriales y políticos de turno. Y es aquí que necesitamos a los Perturbadores...

Los perturbadores pueden ser cualquier persona: estudiantes, padres, ciudadanos, profesionales, líderes comunitarios y organismos sociales, que dedicarán sus energías para entrar en los bordes de los disruptivos y a rebasar las líneas rojas del sistema tradicional. Esta es la fuerza externa de la que habla
Adam Lloyd en su artículo. Los perturbadores no son personas que vienen a instaurar el desorden y la inestabilidad de un sistema que de por sí ya es inestable, incierto y disfuncional. Ellos llegarán a transformar el orden y el estado de  las cosas que ya no les funcionan. No le teman a experimentar con las ideas de los disruptores pensando en el fracaso. Ellos quieren evidenciar por sí mismos si las cosas funcionan o no sin necesidad de recurrir a los consejos de los líderes de siempre. Los líderes y políticos tendrán que levantarse de sus cómodas bancas para adaptarse a sus incómodos estilos laborales y comenzar a trabajar conjuntamente en la innovación disruptiva de la educación. Mientras los perturbadores se muevan efectivamente en sus entornos abiertos, difusos, impredecibles, inciertos y caóticos, los innovadores sentirán la incomodidad de tener que que moverse a estos ambientes para entender cómo la sociedad quiere que funcionen las cosas. Estos individuos no entrarán al contexto laboral a trabajar como empleados, sino como gestores de sus marcas personales. Ellos vienen a hacer que las metas y objetivos propuestos funcionen y no a recibir órdenes de sus superiores. Son personas auto-suficientes, auto-realizadas e independientes dentro de un ambiente laboral colectivo. El trabajo de los perturbadores incomoda a los innovadores porque estos suelen permanecer la mayoría del tiempo en sus estados de comodidad. Los perturbadores estan en constante movimiento y se encuentran dispersos en la dimensión física y presencial. Andan con dispositivos que suenan constantemente, trabajan con múltiples pantallas simultáneamente, socializan con diferentes personas al mismo tiempo. Su paradigma profesional esta cimentado por la creencia de que aprenden más trabajando y trabajan mejor aprendiendo. 

Los mejores ejemplos de la perturbación educativa los podemos encontrar en ambientes de aprendizaje informal: cursos MOOCs, Bootcamps Educativos, Hackathons, Nano-Grados y StartUps. Diferentes firmas educativas independientes han creado nuevos productos y servicios educativos para atender las necesidades, intereses y preferencias que el sistena educativo tradicional es incapaz de atender. Los perturbadores son tanto lo que diseñan estos nuevos escenarios educativos como los profesionales que participan en su proceso de aprendizaje personalizado.

El sistema educativo que tenemos ya NO NOS SIRVE porque solo opera para para manter su estructura jerárquica y no para el aprendizaje que necesita nuestra sociedad. El sistema educativo le interesa formar los mejores profesionales para que sus gobiernos aumenten sus PIB y les permiten cumplir sus promesas de campaña con fines de mantenerse en el poder. Lo que le cuesta al estado no es la educación de sus ciudadanos, lo que verdaderamente cuesta es mantener los salarios de los Ministeriales, Consultores, Asesores, Auxiliares, Directores, Supervisores, Contratistas Independientes y demás acólitos. La infraestructura tecnológica, las herramientas y recursos tecnológico y los materiales didácticos son una ínfima parte del presupuesto educativo nacional, pero escasean grandemente en muchos planteles escolares porque no hay los fondos suficientes para su compra, mantenimiento y optimización. El dinero que se supone que se utilice para estos fines se diluye entre los cargos de todos esos funcionarios y no en las escuelas (maestros y estudiantes).

Los disruptores y perturbadores educativos entienden claramente que no se necesitan billones de dólares o euros para promover el aprendizaje de las sociedades. Ellos creen que lo que más falta hace son redes de personas y organizaciones (comunidades de práctica) que les interese la educación de los ciudadanos (redarquías), y no personas con cargos jerárquicos burocráticos que decreten qué aprender, cómo aprenderlo y cómo evauar el aprendizaje de las personas. Estos profesionales a diario participan en proyectos tecno-educativos en los que se invierte muy poco dinero porque la experiencia de aprender se da en difententes plataformas (EVA,PLE, PLN,eLearning, mLearning, Flipped Classroom), con herramientas blandas (dispositivos móviles y con contenidos digitales en diferentes formatos de representación del conocimiento. Esta perturbación constructiva es la que le incomoda a muchos de nuestros líderes tradicionales que creen que el aula es el lugar exclusivo donde las personas pueden aprender.


Los disruptivos y perturbadores concurrimos plenamente en que utilizar la tecnología convergente para dictar clases magistranes y evaluar con pruebas estandarizadas en línea es una innovación que NO FUNCIONA. Con o sin infraestructura tecnológia obtendrán los mismos resultados que han tenido siempre. Ellos creen que se debe empoderar a los estudiantes para apropiarse de la tecnología en favor de su conocimiento y aprendizaje hiperconectado. Esta nueva generación de estudiantes ya no aprende ni trabaja de la misma manera para la cual nuestro sistema educativo fue concebido.

La tecnología en la sala de clases es más efectiva cuando reconstruimos conjuntamente los nuevos entornos de aprendizaje. La transformación no solo debe ser estructural, sino pedagógica, socio-cultural y tecnológica. Para que funcione efectiva y eficientemente tienen que entrar en el escenario los agentes externos. Los aprendices se convierten en trabajadores del conocimiento, reporteros, investigadores, tutores, mentores y colaboradores en diversos proyectos. Cada alumno escoge el lugar en el que quiere aprender y no el que les impone el sistema. Su experiencia de aprendizaje no tiene tiempo fijo. Aprenden a aprender, a socializar, a crear, a hacer cosas, a jugar, a colaborar y a trabajar en actividades de la vida diaria, apartándose de la artificialidad de los saberes intelectuales. Se diseña el pensamiento, se resuelven problemas, se manejan conflictos, se visibiliza el pensamiento abstracto y se desarrolla el pensamiento adaptativo innovador. Los educadores ya no son instructures, son otra cosa diferente: Dinamizadores, Coaches (acompañantes), Facilitadores del Conocimiento que guiarán el proceso de aprendizaje personalizado.

Esta es la escuela/univerdiad que la sociedad quiere, porque no está atada a los modelos mentales del pasado ni tampoco necesita encapsularse entre gruesas paredes que obstaculizan la transparencia de los sucesos dinámicos que allí acontecen... 


No puede haber innovación educativa sin los disruptores, y no puede haber innovación disruptiva sin los perturbadores. Todos somos importantes en este complejo proceso, nadie sobra... 

Solo sobran los que pretenden dejar las cosas como están introduciendo una que otra innovación chiquita para aparentar que están trabajando a favor de la Agenda Educativa Milenial. Ellos no trabajan para nuestra educación y la de nuestros hijos. Ellos trabajan para asegurar sus horizontes de jubilación. Para seguir escalando los altos niveles jerárquicos que les garanticen una pensión vitalicia... 

Los Innovadores construyen puentes de un lado a otro para luego estudiar los  efectos de su innovación. Los Disruptivos visualizan el futuro y diseñarán los planos para construir un puente sin saber lo que habrá al otro lado. Los Perturbadores se apropiarán de esos planos para iniciar la construción adaptada a las necesidades y preferencias de todos sus usuarios sin importar lo que se encuentren al final...

Bienvenida la reflexión, discusión y aportaciones de valor a este interesante paradigma pedagógico.

Como siempre, agradezco de todo corazón el que hayan sacado de su tiempo para leer esta entrada. Me emociona mucho ver el respaldo de muchos educadores y profesionales que utilizan de referencia las ideas expuestas (que no son mías) y las comparten con los demás en las diferentes plataformas socio-educativas.

¡Un abrazo!